He aquí un artículo publicado en la revista "Mujer Hoy", dentro de la sección "Entre nosotras" compartida por varias periodistas, entre ellas Carme Chaparro.
En esta ocasión escribe Edurne Uriarte.
NO LO TENÍA NADA CLARO, pero se me acabaron las dudas. Me refiero a las chicas malas, pero malas de verdad, a las mujeres violentas y no a las transgresoras. Resulta que empiezan a ser tan abundantes como los chicos y todas las teorías sobre la supuesta menor violencia de las mujeres se caen como un castillo de naipes y, con el castillo, mis últimas dudas. Y es que me parecieron escalofriantes los datos ofrecidos a finales de noviembre por la fiscal de Sala Coordinadora de Menores, Consuelo Madrigal, sobre las agresiones de menores a sus padres o abuelos. Hasta hace pocos años, el 80% de los agresores eran chicos; ahora, más del 40% son chicas. Lo que me hace pensar que es cuestión de tiempo, de cambios culturales, de emancipación y de igualdad, sí, de igualdad, que las mujeres constituyan también más del 40% de los grupos terroristas, de las bandas organizadas o de los criminales. ¿Incluso de la violencia de género?
DURANTE AÑOS habíamos alimentado la idea de que esto no era así, de que las mujeres éramos mucho más pacíficas que los hombres. Y aunque yo me preguntaba si era una consecuencia, en este caso buena, de la propia desigualdad, lo cierto es que datos como los de la violencia de género me llevaban a pensar que podía existir una diferencia genética. Lo que muchas feministas han llamado diferencia de valores, dado lo políticamente incorrecto de los argumentos biológicos.
PUES NI DIFERENCIAS genéticas ni de valores. Si las chicas son capaces de agredir de esta manera dentro del ámbito familiar, allí donde la violencia se ejerce contra los más débiles, nada hace pensar que no vayan a hacerlo en el resto de su vida social. Cuando tengan el mismo poder con el que cuentan ahora los hombres y cuando los valores del triunfo social de unos y de otras se asemejen. Y es que la igualdad viene con todo, también con su lado oscuro. Como el de esas chicas con aspecto de pandilleras que entraron en un vagón de metro semivacío en el que un jovencito con aire discreto y educado leía justamente enfrente de mi asiento. Con un tono chulesco y provocador, las chicas le soltaron varios piropos que más bien parecieron bofetadas. Vi miedo en la mirada de ese chico, el mismo que sentí yo.
P.D.: Otros dos datos igualmente desoladores acerca de las agresiones realizadas por los menores: se ha doblado su número en los dos últimos años y la principal víctima de los ataques sigue siendo la madre, también ahora que las hijas agreden casi tanto como los hijos.
Interesante tema, pero la creciente agresividad de las mujeres no tiene que ver con el poder sino con el rol. Hay gente sin poder muy agresiva y gente poderosa muy educada y delicada con los demás. El poder no explica la agresividad, sino que la explican otros factores, los cuales son transversales a los dos sexos, o lo pueden ser a través de los modelos educativos. Concluyendo señalar que ante estadísticas como ésta se desbarata el mito de una inalterable e intrínseca bondad femenina, o la fantasía sexista nacida del feminismo radical sobre la maldad estructural del varón.
ResponderEliminar