Se ha proyectado en
nuestros cines no hace mucho la tercera entrega de la ultraviolenta
serie de películas titulada genéricamente como “The Expendables”,
que narra las aventuras bélicas de un grupo de mercenarios
interpretados por prestigiosos actores del cine de acción, entre los
que destaca el actor, productor, guionista y director de cine
Silvester Stallone, también destacado dentro de este género
cinematográfico tras protagonizar las aventuras del exbonia verde y
veterano de la guerra de Vietnam John “Rambo”.
Muy a pesar mío he visto
las dos primeras partes de esta saga. La primera por tener varios
amigos aficionados a este tipo de cine que deseaban ir a verla. La
segunda invitado por otro más. Particularmente violenta me pareció
la escena que da comienzo a la segunda película, en la que desde un
vehículo todo terreno conducido a toda velocidad y armado con una
ametralladora pesada los mercenarios protagonistas despedazaban con
balas de gran calibre a sus enemigos, en un alarde de violencia que
resultaba repulsivo, sobre todo por el elevado grado de verismo con
el que los artífices del film trataban de plasmar lo más claramente
posible el gran destrozo que estas balas pueden ocasionar en el
cuerpo de un ser humano, o más concretamente, en el cuerpo de los
hombres que eran muertos en un gran número y de un modo tan brutal
por el comando de los “Expendables”.
Esta escena me impresionó
bastante porque me recordó un documental dado poco tiempo antes en
la televisión, titulado “comerciantes de armas” en el que
se analizaba entre otros factores el impacto de la venta y tráfico
de armamento en los países del tercer mundo, donde los conflictos
armados son mucho más frecuentes que en nuestro desarrollado mundo
occidental.
En este documental se
presentaba junto a otros casos de heridos graves y mutilados por
armas de guerra la situación de un hombre de tan solo veinte años
que permanecía en estado vegetal en la cama de un humilde hospital
de el Congo, asistido por tratamiento médico, y con la cabeza
vendada tras ser alcanzado precisamente por un arma automática. Era
incierto saber si se recuperaría alguna vez de su condena a pasar el
resto de su vida en coma o cuál sería su estado en caso de
recuperar la consciencia. El médico explicaba que se trataba de
balas de gran calibre y que era muy difícil restablecer a los
pacientes heridos de este modo. Son armas creadas para causar el
mayor daño posible, destrozos prácticamente irrecuperables, que
resultarían difíciles de sanar incluso en un hospital moderno
dotado de los medios más avanzados, sino directamente mortales en el
preciso momento de causarse la herida*.
Cuando en la escena de
los Expendables observé como la sangre y los cuerpos acribillados a
balazos prácticamente explotaban en el aire me dí cuenta de que los
especialistas en efectos especiales habían tenido gran cuidado en
reproducir del modo más exacto posible como estas armas pueden
destrozar a una persona. Pero lo que no me entraba en la cabeza era
que esto se hubiese hecho como un espectáculo divertido, algo que
aplaudir en una supuesta gran película que impactaba a su público
desde los primeros minutos de la proyección.
Podría
decirse que no tiene sentido ir al cine con esta mentalidad ya que se
trata sólo de ficciones. Esto es muy cierto ya que si al final fui
lo hice por voluntad propia, aunque presionado por los gustos de mis
amigos o el hecho de que otro amigo mío tuviese dos entradas e
insistiese mucho en que le acompañase para no ir solo. Pero decir es
“sólo ficción” no me parece exacto, yo diría más bien que se
trata de ficción, pero no le quitaría valor diciendo que es “sólo”
ficción. Estas actitudes repetidas en las pantallas tienen impacto
en como interpretamos nuestras vivencias, por así decirlo incluyen
una importante carga de valor cultural y educativo y pueden
configurar nuestro ser psicosocial. En este caso fomentan y favorecen
una de las peores y más antiguas discriminaciones sexuales que los
hombres hemos sufrido como fruto de la división de roles
diferenciados que repartió las cargas y privilegios de los dos
sexos, al adaptarse hombres y mujeres recíprocamente para la
supervivencia de nuestra especie.
Esta grave discriminación
sexual masculina es “la competencia extrema entre varones” basada
en la noción cultural de que los hombres deben estar preparados para
luchar entre ellos como parte de su esencia o ser masculino más
fundamental, o al menos como necesidad o alternativa muy probable
nacida de su proceso de socialización y las demandas para las que
éste les adiestra. Y esta tendencia ha tenido y tiene efectos
terribles para los hombres, a lo largo de toda la historia, tanto en
periodos de guerra como en épocas de paz.
Efectivamente, según la
UNODC
(Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito) en
su primer Estudio Global sobre el Homicidio, publicado en el año
2011, estableciendo una media mundial los
hombres se enfrentan a un riesgo mucho mayor de muerte violenta (11,9
por 100.000) que las mujeres (2,6 por 100.000).
http://www.unodc.org/mexicoandcentralamerica/es/webstories/2011/estudio-unodc-homicidio.html
Otro estudio de carácter internacional realizado por la Secretaría de la Declaración de Ginebra en el año 2011, el informe sobre “La Carga Global de la Violencia Armada”, da valores mundiales de violencia mucho más elevados para los hombres que para las mujeres, con un 87% de hombres víctimas de muerte violenta frente a un considerablemente inferior 13% de víctimas de sexo femenino.
http://www.aceprensa.com/articles/nueve-de-cada-diez-muertes-violentas-tienen-que-ver-con-el-crimen/
http://www.unodc.org/mexicoandcentralamerica/es/webstories/2011/estudio-unodc-homicidio.html
Otro estudio de carácter internacional realizado por la Secretaría de la Declaración de Ginebra en el año 2011, el informe sobre “La Carga Global de la Violencia Armada”, da valores mundiales de violencia mucho más elevados para los hombres que para las mujeres, con un 87% de hombres víctimas de muerte violenta frente a un considerablemente inferior 13% de víctimas de sexo femenino.
http://www.aceprensa.com/articles/nueve-de-cada-diez-muertes-violentas-tienen-que-ver-con-el-crimen/
No debemos olvidar que es
en este 2014 cuando lamentamos el centenario de una de las mayores
atrocidades colectivas que han marcado de un modo indeleble la
historia de la humanidad, La Primera Guerra Mundial, en la que
murieron más de 14 millones de personas, de las cuales la mayoría
fueron hombres (la guerra provocó la muerte de unos 9 millones de
combatientes). Hubo también millones de
heridos, mutilados y desaparecidos como resultado de la “Gran
Guerra”**. En esas terribles circunstancias que fueron cien
por cien reales los hombres enviados al frente como soldados pasaron
por situaciones muy parecidas a las barbaridades típicas de las
películas de acción. Como bien explica en su obra “Historia
del Mundo” el objetivo y bastante moderado en sus descripciones
José Pijoan, refiriéndose a La Primera Guerra Mundial:
“…Se desplegó
entonces tal cantidad de inventiva para destruir y tal energía para
resistir, que señala un cambio en la Humanidad. Daremos algunos
datos: para desalojar los alemanes a los rusos de la fortaleza de
Gorlice el primero de mayo del año 1915 dispararon 700.000
cañonazos; en febrero de 1916, en Verdún, en el espacio de doce
horas cayeron un millón y medio de balas de cañón: alteraron la
topografía del terreno, hasta arrasar colinas y rellenar valles. La
cantidad de bajas fue en proporción: en los ataques y contraataques
para atacar y defender a Verdún pereció medio millón de
combatientes por cada lado. (…) Todo ataque iba precedido de un
verdadero diluvio de granadas grandes y pequeñas concentrado en un
reducido sector de las trincheras y destinado, más que a destruir, a
desmoralizar al enemigo. Así, a veces se conquistaban algunos
centenares de metros, pero no era más que el terreno que se
necesitaría para las fosas de los que habían perecido al
conquistarlo. En la batalla del Somme los ingleses avanzaron algunos
kilómetros en un frente de treinta y cinco, pero tuvieron, en el
primer día solamente, 55.000 bajas. Durante aquellos meses de
ofensiva, desde julio hasta noviembre de 1916, los ingleses perdieron
un promedio de cien mil hombres cada mes y los alemanes calcularon
que la batalla del Somme les había costado medio millón de
soldados. La ofensiva de Nivelle en Soissons en abril de 1917 costó
a los franceses 100.000 hombres y la simultánea de los ingleses en
Arras, 84.000; la tercera batalla de Ypres en julio del mismo año
1917 representó para los ingleses y franceses un total de 400.000
bajas y 250.000 para los alemanes” (Historia del Mundo,
editorial Salvat, año 1963, Autor: José Pijoan, volumen quinto
Págs. 250-251)
Cifras inmensas que si
nos paramos a pensar más en serio lo que representan sobresaltan,
cuando consideramos el hecho de que detrás de cada uno de los
números añadidos al total de caídos existió una vida entera, que
fue perdida muchas veces en medio del gran dolor y angustia que
provoca la muerte en un campo de batalla.
Y
esta carnicería que los hombres de aquella época sufrieron, que
cualquier hombre se lo plantee para sí mismo, hombres que podrían
ser según el caso un padre, un hermano, un hijo, también amigos,
amantes o compañeros sentimentales, o vecinos y conocidos contra los
que nunca existió nada personal en contra, o incluso cada uno de
nosotros, muertos prematuramente de un modo tan cruel, es
consecuencia en un importante grado de la competencia extrema entre
varones, la cual se fortalece y mantiene gracias a formatos
culturales similares a los de las películas violentas como las de la
saga “The Expendables”.
Desde
los cómics, a los videojuegos o los poemas épicos de la antigüedad
y otros múltiples formatos culturales trasmitidos con mayor o menor
grado de sofisticación en las diferentes épocas, la sociedad ha
visto necesario inculcar a los hombres los principios de la
competencia extrema para poder movilizarlos a la matanza y barbarie
de unos contra otros cuando las necesidades de cada sociedad o las
diferentes manipulaciones ideológicas y políticas así lo
requiriesen, para defender sus intereses o alcanzar sus fines, como
una herramienta de carne y hueso sacrificable sin mayores
miramientos, carentes de muchos de sus derechos básicos una vez
ataviados con el uniforme de soldados, a cambio en algunas ocasiones
de la mera recompensa de una ceremonia y de vez en cuando una
medalla***.
También podemos observar
los efectos de la competencia extrema entre varones en los ambientes
en los que determinados jóvenes muy influenciados por este modelo
participan en intimidaciones, peleas o agresiones graves contra otros
hombres en numerosas ocasiones mucho más pacíficos que la minoría
que ataca decididamente y por la más ligera excusa, que no razón
justificada, a los demás. Las peleas, las palizas y agresiones de
fin de semana, los navajazos mortales dados por la causa más nimia
en el entorno de los bares de copas, que matan a un joven y destruyen
la felicidad de una familia entera a veces de un modo irreversible,
son también en un importante grado fruto de esta discriminación
antivarón.
Otra
variante se encontraría en los ambientes de fuerte
competencia deportiva donde lo que debería servir para disfrutar de
un espectáculo de destreza en el terreno de juego se convierte en un
detonante para el enfrentamiento entre los animadores más
extremistas de los equipos rivales, que pueden terminar en agresiones
e incluso muertes, como ha sucedido con el reciente caso de la muerte
del hincha del Deportivo de la Coruña e integrante del grupo ultra
Riazor Blues, Francisco Javier Romero Taboada, de un modo tan absurdo
como gratuito, ya que no existía ninguna razón coherente salvo su
odio recíproco para que los seguidores más radicales de varios
clubs se enfrentasen violentamente y de forma consistente. Hasta que
finalmente la alarma ha saltado a los medios después de que suceda
la dolorosa tragedia de una muerte, que además deja a dos hijos
huérfanos de padre.
También y a un nivel más
personal la competencia extrema entre varones podría afectar al
carácter de algunos hombres, volviéndoles más cerrados y
desconfiados hacia los de su sexo, inhibiéndoles de compartir su
mundo afectivo con otros hombres, ya que la sociedad les ha inculcado
un sentimiento de competencia, recelo o enfrentamiento, antes que de
empatía y solidaridad abiertas al apoyo mutuo. Y este factor
favorecería la perpetuación de una sociedad sin hombres unidos y en
lucha por el desarrollo de su propio movimiento de liberación y
potenciación masculina, al haber sido los varones educados para
vivir enfrentados o en desconfianza, en vez de a unirse y apoyarse
como se les enseña más frecuentemente a las mujeres, lo que ha
favorecido que desarrollen con muchos años de ventaja su propio
movimiento de liberación.
Recordemos como los datos
de la UNODC y la Conferencia de Ginebra nos indican que los hombres
están mucho más afectados por esta discriminación. Sobre todo en
las zonas en las que los medios educativos, las condiciones
socioeconómicas y de bienestar y estabilidad familiar están
fuertemente deteriorados se multiplica este fenómeno con sus pésimas
consecuencias. Los homicidios violentos y atrocidades continúas
perpetrados en las rutas del narcotráfico en países como México
ejemplifican esta situación. Los delincuentes organizados se
trasforman en grupos armados similares a ejércitos, los cuales
pelean entre sí despiadadamente para eliminar cualquier competencia
por los escasos recursos de los que disponen para su supervivencia
económica, en muchos casos el control del tráfico de drogas. Esto
genera una creciente escalada de la violencia y muchos jóvenes que
nacen en estos entornos tan negativos asumen sin más reflexión un
rol muy similar al de soldados al servicio de su pandilla o grupo, lo
cual les conduce indistintamente a matar o morir. Este fenómeno es
asimilable a lo sucedido con las luchas entre pandillas en los
barrios más marginales de algunas ciudades americanas o europeas,
donde en ciertas ocasiones incluso la policía debe tomar fuertes
medidas de protección antes de hacer acto de presencia, dada la gran
peligrosidad de estas áreas.
Es una insensatez si se
considera desde fuera, pero vivido desde dentro asemeja una
alternativa fatal e ineludible para muchos de los protagonistas, en
la que la miseria, la violencia y la competencia extrema entre
varones se mezclan entre sí. Y este modelo tan peligroso puede
establecerse rápidamente en cualquier latitud siempre que la
situación social se deteriore incluyendo pobreza, violencia y odio
cultural de hombre contra hombre, como el que potencian las frívolas
pero muy dañinas películas como los Expendables.
Así que las producciones
culturales o mediáticas de este estilo pueden estar contribuyendo a
matar o dañar a miles de hombres, al vulgarizar esta clase de modelo
de conducta no solamente en la pantalla de los cines y televisores,
sino en las vidas cotidianas de los hombres del mundo entero. No hay
nada que celebrar en una atrocidad gratuita que reproduce acciones de
guerra o muerte violenta que ocasionan un gran dolor. Es un
espectáculo degradado y negativo, una variante atenuada de los
antiguos combates de gladiadores, en los que los participantes que se
destrozaban mutuamente para deleite de un público mixto eran varones
también, pero donde el trasfondo viene a ser bastante parecido:
principalmente el entretenimiento basado en la violencia de los
hombres contra los hombres o su adiestramiento y enculturización
para que estén dispuestos a odiarse y destruirse mutuamente si sus
sociedades así se lo requieren, tal como sucedió durante la
mencionada Primera Guerra Mundial. En efecto,
estos ejemplos de cine basura sólo tienen el efecto positivo
de enriquecer a unos cuantos guionistas, directores, actores o
productores que en sus vidas reales tendrán buen cuidado de no
exponerse a situaciones parecidas a las que representan en sus
películas, mientras disfrutan en un ambiente de lujo y comodidades
de las grandes cantidades de dinero que ganan manipulando y
fomentando el drama que representa en la realidad el que los hombres
se odien, ataquen y maten entre sí****.
Abordar
en profundidad el tema de la competencia extrema entre varones
sería intentar analizar, explicar en sus consecuencias y buscar
soluciones prácticas a una de las peores-sino la peor de todas-
discriminaciones de género masculinas. Es difícil comparar sus
efectos negativos con los de la vinculación de lo masculino al
riesgo,
y definir cuál es la más
grave de las dos.
Debería
escribirse un libro dedicado al tema, o al menos un capítulo
entero dentro de un libro sobre los derechos de los hombres. Pero de
entrada, de la misma forma que las autoridades de los medios
audiovisuales se plantean la necesidad de luchar contra la violencia
mediática hacia las mujeres, como ha sucedido en Argentina durante
el 2014,
medidas similares
deberían potenciarse para evitar específicamente las emisiones
mediáticas que potencien la violencia contra los hombres, que es por
regla general mucho más grave en contenidos y efectos que la sufrida
por las mujeres*****, como nos demuestran las mencionadas
estadísticas referidas al número de muertes violentas sufridas por
los dos sexos, ya que no existe ni un solo motivo para pensar que si
la difusión de las conductas violentas contra las mujeres en la
ficción puede aumentar la violencia que éstas sufren en su vida
real, no suceda lo mismo con la difusión de la violencia contra los
hombres.
Pero los diferentes
gobiernos occidentales no harán esto, ya que al plantear la lucha
por la igualdad según un esquema femicéntrico están bastante
insensibilizados con las discriminaciones masculinas. Otra prueba más
de que los análisis, las leyes o las instituciones nacidas del
movimiento feminista de género son incapaces de construir una
igualdad auténtica y honesta entre los dos sexos, y motivo por el
cual el hembrismo politizado debe ser superado por un nuevo modelo
más honesto y objetivo capaz de construir la verdadera igualdad.
Queda entonces la
responsabilidad de cada hombre individual a la hora de apoyar esta
clase de formatos que pueden favorecer una grave discriminación de
la que nosotros antes que nadie deberíamos abolir en primer lugar,
evitando participar en cualquiera de los dos extremos, verdugos o
víctimas, que esta forma de discriminación conlleva. Baste con
reflexionar sobre la cantidad de violencia insensata y muertes de
hombres por hombres que pueden emitirse diariamente a través de un
medio tan cercano y asequible para toda la población como es la
simple televisión. Además en la medida en que la competencia
extrema entre varones ha sido una discriminación reservada
mayoritariamente por la sociedad para los hombres, no existe ni de
lejos una educación para la competencia extrema entre las mujeres,
razón por la que los mensajes en los que las mujeres ejercen
violencia entre sí son mucho menos habituales.
Los hombres debemos
hacer, al menos los hombres sensibilizados con las discriminaciones
que nos afectan y los inteligentes dispuestos a actuar buscando el
bien común, todo lo que esté en nuestras manos para reducirla o
eliminarla del todo, actuando en cualquiera de los dos extremos, el
de los hombres que la ejercen como victimarios, principales
responsables de la situación, y el de los hombres que son sus
víctimas. También debemos pensar en todos los demás hombres que
pueden terminar sufriendo nuevos ataques, concretamente en aquellos
más cercanos por los que sentimos un mayor grado de interés y
empatía, y cuya perdida o daño podría ocasionarnos un mayor
impacto emocional.
¿Cuáles podrían ser
las mejores soluciones a este problema? Planteando medidas generales
y que cualquier hombre que así lo desee pueda implementar
inmediatamente en su vida yo sugiero evitar iniciar el proceso siendo
un hombre verdugo o agresor de otros hombres, apostando y apoyando
siempre que sea posible “la solidaridad masculina” como contraria
de “la competencia extrema entre varones”. También arrinconando,
marginando y si hace falta castigando a los hombres que
decididamente sigan atacando a otros hombres, ya que no puede
consentirse que el matón insensible a cualquier consideración fuera
de su propio interés egoísta, campe a sus anchas impunemente, como
si los hombres que avanzamos en nuestra liberación nos hubiésemos
quedado ciegos frente a su mala voluntad y tendencia repugnante al
abuso. Y evitando de paso que las películas como “The Expendables”
se conviertan en éxitos de taquilla.
Espero que los hombres
que hayan leído este artículo hasta el final se hayan sensibilizado
con este problema y comiencen a reflexionar sobre cuánto más podría
añadirse para solucionarlo. Está en nuestras manos hacerlo como
grupo sexual unido, ya que lo que nos discrimina como hombres no es
sólo todo lo negativo surgido de las formas más radicales del
movimiento feminista. Hemos sido discriminados por rol desde
muchísimo antes de que el feminismo naciese y es injusto achacar los
perjuicios que nuestro sexo sufre únicamente al auge de las
ideologías más radicales, ginocéntricas y misándricas derivadas
del movimiento de liberación de las mujeres. No aceptar esto es
mantenerse en una idea muy poco desarrollada de lo que significa la
discriminación contra los hombres. Y si queremos combatir la
competencia extrema entre varones y acabar con los graves perjuicios
que genera, conviene que cada vez que una empresa cinematográfica
reciba un guión de una película como “The Expendables” lo
arrojen directamente al cubo de la basura, sin entrar siquiera en
cuestiones morales, porque saben que realizando algo así sólo
perderán dinero, ya que la mayoría de los hombres boicotearán
ese ejemplo de cine basura y no comprarán entradas para ser
cómplices de su propia discriminación o la que podrían acabar
sufriendo sus hijos******.
Notas:
* La situación de este
hombre y otros gravemente heridos por armamento de guerra puede verse
entre el minuto 31 a 36 del documental:
** Existen dificultades
para encontrar una cifra definitiva referida al número de muertes
que la Primera Guerra Mundial provocó. El balance de víctimas
mortales ha sido muy variado, siendo la hipótesis más aceptada que
murieron catorce millones de personas, aunque en otros recuentos se
ha llegado a mencionar que fallecieron más de treinta millones, o
incluso 65, ya que algunos expertos han considerado que la terrible
epidemia de gripe española que asoló al mundo en el año 1918
estuvo en buena medida provocada por la Primera Guerra Mundial.
Buscando datos en Wikipedia se ofrece un recuento de bajas en el
campo de batalla que incluiría casi diez millones de muertos, cerca
de ocho millones de desaparecidos en combate, y más de 21 millones
de heridos.
***
Cuando se criticó a Napoleón diciendo que la Legión de
Honor, condecoración creada por él para premiar grandes méritos en
la vida civil y sobre todo militar bajo su mandato, era un juguete
para adultos, éste, sin dudarlo, contestó que era con juguetes con
lo que se dirigía a los hombres, en su caso llegando incluso a
hacerles perder sus vidas en la guerra. También declaró en otra
ocasión que los títulos y las condecoraciones eran los juguetes con
los que dirigía a sus mariscales y generales para que hiciesen su
voluntad. En realidad su respuesta aunque cínica y conocedora era
parcial, ya que previamente aquellos hombres habían sido inculcados
durante años y años para estar dispuestos a dar la vida por su
patria o servir valientemente en los ejércitos bajo el mando de sus
generales o el lógico temor a la brutal y férrea disciplina
militar.
Esto
demuestra que los líderes del pasado pueden haber sido
sexistas con las mujeres, pero tampoco han sentido demasiada empatía
por la mayoría de los hombres, a los que han condicionado en base a
su naturaleza masculina, es decir por ser hombres, a muchas labores
duras, ingratas e inhumanas a pesar de ser, según las teorías
feministas más típicas, grandes machistas y apoyar supuestamente un
régimen social y político pensado para el beneficio y felicidad del
sexo masculino y la explotación y opresión del femenino. Pero una
mirada algo más certera a los hechos y las verdades históricas nos
demuestran que este esquema demasiado maniqueo y simplista no se
corresponde con la realidad vivida por hombres y mujeres a lo largo
de la historia, disminuyendo seriamente el valor intelectual de buena
parte de la interpretación feminista más reaccionaria.
¿Era por lo tanto
Napoleón misándrico y muchos hombres murieron víctimas de su
misandria? Muchas de sus acciones nos demuestran que sí lo era,
aunque tan embebido en esta misandria como se encontraba, entendiendo
que el mundo era así y aquel era el rol inevitable que les
correspondía hacer a sus soldados por ser hombres, ni el mismo se
parase a reflexionar sobre su sexismo y negatividad contra el sexo
masculino.
**** En el documental
titulado: “Bailando con el diablo” se analiza el estilo de vida
dentro de un barrio de favelas brasileño en la ciudad de Río de
Janeiro, en el que clanes de jóvenes organizados en torno al tráfico
de drogas ejercen el control armado de determinadas zonas, hasta el
punto de que en una incursión de la policía un agente recibe un
balazo en la cabeza quedando gravemente herido para fallecer varios
días después en el hospital. El inspector Jacir Ferreira, inspector
de la Brigada Antidroga de Río de Janeiro y amigo del fallecido,
considera la situación planteando sus dudas sobre el sentido de la
operación policial, ya que a pesar de esta arriesgada intervención
en poco tiempo el sistema delictivo de la favela volverá a su rutina
habitual. Pocos días después un importante narcotraficante del área
muere abatido por la policía. Minutos 48 a 58 del documental.
El balance de este
ejemplo de competencia extrema entre varones resulta tremendamente
crudo. Demasiado brutal lo que significa ser disparado en contraste
con la publicidad estruendosa que ensalza a las películas de acción
como obras entretenidas.
Para ser un héroe de
acción no es necesario ensanchar los grandes músculos con
entrenadores personales y dietas perfectas, ni estudiar guiones de
Hollywood cargados de tiros y explosiones junto a la soleada piscina
de una mansión. Ni ganar sueldos millonarios o aparecer
elegantemente trajeado y con una manicura perfecta sobre la alfombra
roja el día del estreno, mientras se reciben felicitaciones y
aplausos por estar en lo más alto del universo cinematográfico y
lucrar con mucho dinero a los accionistas y productores. No. Es más
que suficiente con vivir en un área altamente conflictiva, trabajar
por un sueldo medio como policía para poder sacar adelante a la
familia y arriesgar tu vida frecuentemente en el ejercicio del deber
profesional, sin estar provisto de los medios de seguridad que
garanticen que no resultarás muerto o lesionado de por vida tras
cumplir con tu tarea, y mucho menos aún existan especialistas que te
sustituyan en los momentos peligrosos. O ser en la parte contraria un
joven sin expectativas de futuro, limitado por un entorno de miseria
y marginalidad, donde las actividades delictivas constituyan una de
las pocas vías disponibles para huir de la pobreza o poder
satisfacer las múltiples demandas de la sociedad de consumo.
***** El término
violencia mediática contra la mujer está sobre todo centrado en
criticar el uso de la mujer como objeto sexual y los mensajes que
puedan disminuir su significación o valía comparada con la del
hombre. Pero estas formas de violencia no son exclusivamente sufridas
por las mujeres. De hecho cada vez encontramos más anuncios en los
que la belleza del cuerpo masculino es utilizada como reclamo sexual
o identificada como un aspecto fundamental de la valía de un hombre,
y al mismo tiempo abundan los anuncios en los que los hombres son
despreciados abiertamente y presentados como seres inferiores
comparados con las mujeres. Así, las mujeres no son las únicas
víctimas de este tipo de discriminaciones, y en buena lógica
también deberían denunciarse estas tendencias comunicativas cuando
las sufren los hombres. Además el término violencia referido a
estos casos resulta bastante eufemístico, casi exagerado, comparado
con la violencia mediática de muerte, asesinato y agresión física
directa que se vuelca simbólicamente día a día en los medios de
comunicación en contra de los varones.
Encontramos en estas
campañas contra la violencia mediática sufrida por las mujeres una
de las trampas básicas del hembrismo: al utilizar los términos
violencia y discriminación siempre exclusivamente unidos a la
palabra mujer, y bombardear constantemente a la opinión pública con
estas ideas, logran popularizar la mentira de que sólo la mujer está
discriminada o es tratada con violencia. De esta manera se
distorsiona y aumenta el grado de victimismo asociado con el sexo
femenino para demandar más apoyos y ayudas en su favor, mientras se
margina a los hombres excluyéndolos desde el comienzo de las
ventajas sociales y políticas que derivan de ser un grupo
oficialmente reconocido como discriminado, a pesar de que en
realidad estén en muchos aspectos muchos más discriminados que las
mujeres.
De hecho los hombres
sufren una cantidad de violencia mediática muy superior a la de las
mujeres. Baste calcular durante un solo día delante del medio de
comunicación más cercano e influyente, la televisión, cuántos
agresiones o muertes violentas contra hombres podemos presenciar y
los comparemos con los casos similares sufridos por mujeres. Y estos
datos se vinculan con informes internacionales que demuestran que
los hombres son mucho más a menudo víctimas de violencia grave que
las mujeres. Nuevamente el hembrismo demuestra su vergonzosa
incapacidad para hacer igualdad, incluso en una cuestión tan
sencilla como es analizar la discriminación mediática sufrida por
los dos sexos.
****** En declaraciones
hechas en el 2008 el famoso miembro del grupo Oasis Noel Gallagher
culpaba a las drogas y los videojuegos de la grave oleada de ataques
con arma blanca ocurridos en Londres y otras ciudades inglesas
durante ese año, y confesaba la gran preocupación que les causaba a
su pareja y a él que alguno de sus hijos pudiese ser agredido
violentamente, ya que en el primer semestre de ese año se habían
producido sólo en la capital inglesa 18 apuñalamientos mortales en
reyertas entre jóvenes. El músico emplazaba al entonces primer
ministro Gordon Brown a tomar alguna medida para resolver este
problema.
El primer ministro Gordon
Brown anunció fuertes medidas para frenar el problema en ese mismo
2008:
Y tras estas contundentes
acciones ha sido posible reducir el problema en los últimos años.
Datos como este pueden
hacer reconsiderar a muchos padres quien corre más riesgo al salir
de noche a las zonas de copas y discotecas, si los chicos o las
chicas como acostumbra a pensarse tradicionalmente, y hasta que punto
los modelos de conducta para el enfrentamiento violento entre hombres
inculcados a través de los medios como modelos de la competencia
extrema entre varones, no favorecen y explican en buena medida estos
asesinatos absurdos entre adolescentes, que no han aprendido a
apoyarse entre sí, sino a pelear, competir entre ellos y en algunos
casos destruir a otros jóvenes por el más ligero motivo y sin
compasión.
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