Tras la reciente
celebración de las elecciones europeas resulta cuando menos
sorprendente el conjunto de declaraciones y opiniones defendidas por
los candidatos de los diferentes partidos presentados a las mismas en
las que el tema de la mujer ha sido troncal y el del hombre apenas ha
sido abordado, desde el punto de vista de solucionar las
desigualdades sufridas por ambos sexos.
Ejemplifica esta
situación el que uno de los sucesos que con más fuerza se han
remarcado y lamentado tanto por las fuerzas políticas como los
medios de comunicación haya sido la polémica opinión del Sr. Arias
Cañete, afirmando casi con estas mismas palabras que: “debatir
con una mujer es complicado porque mostrar superioridad intelectual
parece machista”, declaraciones que han sido
consideradas como un gesto de sexismo desmerecedor de la mujer, y por
las que el propio Arias Cañete llegó a pedir disculpas
posteriormente.
Pero contrastando
fuertemente con la situación anterior apenas se ha señalado, y
muchísimo menos aún considerándolo a modo de una gravísima
discriminación sexual sufrida atávicamente por el sexo masculino,
el terrible accidente laboral que ha provocado la muerte de más de
300 hombres que trabajaban como mineros en Turquía y que ha sucedido
en plena campaña a las elecciones europeas. Este accidente ha sido
retransmitido y valorado muchísimo menos que las declaraciones
machistas y erróneas del Sr. Cañete, a pesar de que estas
declaraciones pueden como mucho representar una ofensa que incomode a
un mayor o menor número de personas y el accidente es una tragedia
que ha arrebatado la vida a más de 300 varones y se suma como otro
eslabón más a la larga cadena de la discriminación laboral contra
los hombres, resultante de la tendencia
misándrica de vincular en las sociedades lo masculino al riesgo,
incluyendo el mundo del trabajo, al reservar preferentemente para los
hombres aquellas situaciones que puedan resultar altamente
perjudiciales.
Efectivamente,
según la OIT los accidentes laborales junto con las enfermedades
profesionales, ocasionan cada año más de dos millones de muertes a
nivel mundial.
De
acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE),
en nuestro país entre los años 1.997 y 2.012 las muertes de
hombres en el puesto de trabajo se han mantenido en una media de unas
mil anuales hasta el año 2.003 aproximadamente. De este año en
adelante se ha producido un lento descenso en las mismas hasta llegar
al 2.008, año de comienzo de la crisis económica que ha destruido
empleo en sectores fundamentalmente masculinos, sobre todo en el de
la construcción que es uno de los que más accidentes laborales
ocasionan, llegando a 431 fallecimientos en el 2.012.
Pero
si comparamos estas cifras con la cantidad de muertes en el trabajo
sufridas por mujeres para ese mismo periodo observamos la gran
desigualdad contra el sexo masculino que son los accidentes
laborales. Como media más del 95% de las muertes laborales han sido
sufridas por hombres. Igualmente entre los accidentados graves el
porcentaje masculino es muy superior al femenino, manteniéndose
cercano al 90%.
Link
a la base de datos del INE referida a accidentes laborales leves,
graves y mortales sufridos por
hombres y mujeres en su puesto de trabajo para el periodo de 1.997 a
2.012.
Tablas
obtenidas a partir de los datos del INE:
Accidentes
laborales en hombres, moderados, leves y graves, desde 1.997 al
2.012:
Hombres
|
1997
|
1998
|
1999
|
2000
|
2001
|
2002
|
2003
|
2004
|
2005
|
2006
|
2007
|
2008
|
2009
|
2010
|
2011
|
2012
|
Leves
|
563838
|
623467
|
713674
|
756955
|
759734
|
753283
|
686411
|
683614
|
701462
|
714808
|
714973
|
603868
|
448642
|
408811
|
364128
|
285017
|
Graves
|
9453
|
9748
|
10500
|
10287
|
10754
|
10548
|
9969
|
9298
|
8311
|
7695
|
7753
|
6146
|
4522
|
4266
|
3810
|
3187
|
Mortales
|
1030
|
1045
|
1078
|
1102
|
1003
|
1070
|
981
|
931
|
909
|
913
|
792
|
782
|
598
|
546
|
527
|
431
|
Accidentes
laborales en mujeres, moderados, leves y graves, desde 1.997 al
2.012:
Mujeres
|
1997
|
1998
|
1999
|
2000
|
2001
|
2002
|
2003
|
2004
|
2005
|
2006
|
2007
|
2008
|
2009
|
2010
|
2011
|
2012
|
Leves
|
101727
|
117988
|
142612
|
163201
|
173750
|
171918
|
176177
|
176690
|
179220
|
187254
|
200601
|
193389
|
162984
|
155208
|
143509
|
119330
|
Graves
|
1062
|
1118
|
1271
|
1353
|
1332
|
1338
|
1147
|
1154
|
944
|
857
|
828
|
746
|
660
|
669
|
586
|
551
|
Mortales
|
28
|
30
|
26
|
34
|
27
|
31
|
39
|
37
|
26
|
34
|
34
|
28
|
34
|
23
|
24
|
21
|
Gráficas
comparativas para los accidentes laborales sufridos por ambos sexos
entre 1.997 y 2.012.
Accidentes
leves:
Accidentes
graves:
Accidentes
mortales:
Número
de accidentes laborales totales sufridos por ambos sexos en el
periodo 1.997 a 2.012 divididos por grado de lesividad (leves,
graves, mortales):
Cómputo total de los
accidentes leves, graves y mortales comparados por sexo para el
periodo de 1.997 a 2.012.
Es decir, traduciendo los
gráficos de barras a datos numéricos y porcentajes concluimos que
del 1.997 al 2.012 se produjeron en nuestro país un total de
12.348.243 accidentes laborales leves, con 9.782.685 casos sufridos
por hombres, o un 79,22% del total, y 2.565.558 casos sufridos por
mujeres, o un 20,77% del total.
Hubo 141.863 accidentes
graves, de los cuales 126.247 casos fueron sufridos por hombres, un
88,99% del total, y 15.616 casos sufridos por mujeres, el 11%
restante.
Los accidentes mortales
ascendieron durante este periodo a 14.214 casos. De estas muertes la
inmensa mayoría fueron sufridas por hombres, con 13.738 fallecidos,
o un 96,65% del total. Las mujeres sufrieron en estos quince años
476 muertes laborales o un 3,34% del total.
Haciendo un cálculo
global de toda la accidentabilidad laboral leve, grave y mortal
sufrida en el periodo de 1.995 a 2.012 el número de accidentes
laborales llegó a 12.504.320. Los hombres sufrieron 9.922.670 de
estos accidentes, o un 79,35% del total, y las mujeres 2.581.650
casos, o un 20,64%*.
Refiriéndonos
al ejemplo concreto de Turquía, país donde se produjó este grave
accidente minero, los datos de la OIT tomados desde el 2.009 al 2.012
nos indican que los fallecimientos en el puesto de trabajo fueron de
1.147 hombres y 24 mujeres para el 2.009, 1.431 hombres y 23 mujeres
para el 2.010, 1.678 hombres y 32 mujeres para el 2.011 y 736 hombres
y 9 mujeres en el 2.012.
Es
decir, hubo en Turquía un total de 5.080 muertes laborales para el
periodo de cuatro años que va del 2.009 al 2.012, de las cuales
4.992 fueron sufridas por hombres, el 98,26% del total, y 88 por
mujeres, un 1,73% del total.
Cualquiera
que desee verificar estos datos sobre accidentes laborales mortales
sufridos en Turquía u observar la relación de muertes y accidentes
laborales sufridas por los dos sexos en diferentes países del mundo
puede hacerlo en el siguiente link a las estadísticas de la OIT**.
Entrando
en la categoría de lesiones profesionales y a continuación
eligiendo la categoría deseada de las que se ofrecen.
El
caso concreto de los accidentes laborales mortales se encuentra en la
base de datos referida a los casos de
lesiones profesionales fatales según sexo y actividad económica.
Para obtener la información separada por sexos debe entrarse en la
casilla “personalizar” a continuación elegir en la de “sexo”
total, hombres y mujeres y por último elegir “aplicar los
filtros”.
Pero
esta información no es ningún conocimiento nuevo, desde hace muchos
años se sabe ya de la grave desproporción en accidentabilidad
laboral sufrida por los hombres, a la que hace referencia el
siguiente artículo escrito por Ignacio Arechaga en el año 2.000:
o
el hecho de que las profesiones más arriesgadas de todas sean
fundamentalmente realizadas por hombres.
Pero desde nuestro
gobierno, partidos políticos, sindicatos o instituciones no se ha
hecho ningún reconocimiento público del claro ejemplo de
discriminación sexual que estos accidentes representan, aunque sólo
fuese porque esta terrible tragedia sucedida en Turquía pone
directamente el dedo en la llaga sobre esta cuestión, pero eso sí,
sólo desde el punto de vista de cualquier persona igualitaria
dispuesta a valorar objetivamente lo que estos sucesos implican en el
reconocimiento de las discriminaciones de género masculinas, no
desde una posición femicéntrica, interesada exclusivamente en
focalizar la atención en lo que discrimina a las mujeres e ignorar u
ocultar cuanto más mejor todo lo que resulten ejemplos y pruebas
inequívocas de graves discriminaciones antivarón.
Especialmente sangrantes
dentro de este contexto resultaron las declaraciones del muy
hembrista señor Willy Meyer, candidato por Izquierda Plural, dentro
de sus discursos de campaña, remarcando con gran parcialidad la
mayor presencia masculina en los puestos directivos de las empresas
del Ibex-35 como prueba de discriminación contra las mujeres. Sin
embargo en ningún momento señaló como discriminación contra los
hombres la presencia muy superior de víctimas masculinas dentro de
la lacra de la siniestralidad laboral, ni
siquiera después de que se produjera el accidente minero en Turquía
y este ya fuese suficientemente conocido.
Tampoco le motivó a
hacer esta necesaria interpretación el hecho de representar a un
partido de la izquierda, supuestamente los que tienen una mayor
tendencia a denunciar y corregir cualquier ejemplo de desigualdad. Lo
limitado de su enfoque en materia de discriminación sexual o su
exclusivo interés por la agenda hembrista le hacían totalmente
insensible ante el sufrimiento de los hombres considerados como grupo
sexual, pero no así frente a las discriminaciones del grupo sexual
de las mujeres, ya que en este caso sí estaba y siempre está
dispuesto a reivindicar desde una perspectiva de género.
Desafortunadamente no es
el único ejemplo de sensibilidad parcial y claramente preferente a
favor del sexo femenino en materia de igualdad. La hembrista Sra.
Valenciano lo es tanto o más que la mayoría de nuestros y nuestras
dirigentes políticos, ya que ella, hablando todo el tiempo de los
derechos de las mujeres y haciendo constante gala de su enorme
autoestima hinchada por el hecho de haber nacido mujer en una época
tan fuertemente feminista como la nuestra***, no
hizo ningún inciso en su programa para referirse a la discriminación
antivarón que implican la mayoría de los accidentes laborales.
No
lo supo ver o no le intereso verlo, pese a que desde hace ya muchos
años, incluido todo el tiempo que la Sra. Valenciano lleva metida en
política, ésta haya sido una discriminación mayoritariamente
masculina. Pero ella sólo denuncia y trata de resolver las
discriminaciones femeninas. Como por ejemplo las lingüísticas, ya
que en el año 2010 la Fundación Mujeres presidida en aquella época
por ella realizó la “Guía para
una comunicación incluyente”
destinada a evitar el lenguaje discriminatorio con las mujeres. Sin
embargo jamás ha hecho una guía, ni ella ni ningún cargo político
de nuestro país, o ninguna fundación que estos presidan, sobre el
tema de los accidentes laborales sufridos por hombres. Esto demuestra
que para la mayoría de nuestros dirigentes y considerado desde el
punto de vista de la igualdad de sexos, los aspectos del lenguaje que
ofenden, molestan o discriminan a las mujeres tienen más importancia
que la vida y la salud de los hombres muertos o heridos por
accidentes graves en el trabajo.
No me creo en lo más
mínimo que si la situación fuese la contraria y las mujeres fuesen
las principales víctimas de la accidentabilidad laboral, las
asociaciones feministas que actualmente marcan el concepto de
igualdad en este país, junto con las fuerzas políticas que las
respaldan y apoyan, tuviesen la misma actitud ante un problema grave
sufrido por el sexo femenino.
No lo harían porque son
fundamentalmente femicéntricas. Tienen una sensibilidad marcadamente
superior ante la discriminación de las mujeres que la de los
hombres, lo cual conduce a una situación de privilegio femenino.
Así, si la situación se diese la vuelta, la noticia se consideraría
como una enésima prueba del desprecio que la sociedad tiene hacia
las mujeres al reservarlas para los trabajos de mayor riesgo y
esfuerzo físico, casi como si fuesen animales de carga o seres
humanos de una menor categoría como personas, y los ayuntamientos
guardarían minutos de silencio por las mujeres víctimas de muerte o
accidente laboral grave.
Habría manifestaciones y
campañas de sensibilización ciudadana y existiría un lazo para
condenar pública y simbólicamente la muerte de mujeres en el puesto
de trabajo. Todo ello se retransmitiría más que ampliamente a
través de los medios de comunicación y veríamos la imagen
dramatizada de mujeres famosas ficticiamente muertas en accidente
laboral, con los monos azules, las graves heridas y hematomas
sufridos, la apariencia pálida de los cadáveres caídos en
diferentes escenarios de trabajo potencialmente peligrosos. Todo ello
para concienciar a la sociedad y combatir una grave lacra que
afectaría a las mujeres.
Incluso
podrían crearse leyes específicas para proteger a las
mujeres en este contexto, con la justificación de que ellas son
víctimas de una grave discriminación, y los sindicatos serían los
primeros en respaldar con firmeza esta medida. Es decir, leyes que
diesen una protección especial para el sexo femenino en el ámbito
laboral si ellas sufriesen una mayor discriminación por accidentes
laborales que los hombres. ¿Porqué afirmo esto con tanta seguridad?
Porque la disposición adicional novena de la Ley de Igualdad,
referida a las modificaciones de la Ley de Cohesión y Calidad del
Sistema Nacional de Salud y creada por un Gobierno y unas
asociaciones feministas radicales, defiende en su punto dos: “La
promoción y protección de la salud laboral, con especial
consideración a los riesgos y necesidades específicos de las
trabajadoras.»” priorizando la atención a la salud laboral de
las mujeres.
Incluso si desde el punto
de vista de la salud laboral los hombres son los más discriminados,
la sociedad hembrista en la que vivimos crea leyes para defender más
aún, en este caso privilegiar más aún, a las mujeres, y
salvaguardar su integridad, no a los hombres como debería ser en
este tema si pretendemos ser justos con la situación objetiva que
les toca a ambos sexos. Evidentemente para el actual caballo ganador
que es el hembrismo politizado, también llamado de un modo más
habitual y académico feminismo de género, los hombres somos
bastante menos significativos que las mujeres****.
Hasta los mismos Willy
Meyer, Elena Valenciano y Arias Cañete, habrían reivindicado con
indignación que ya basta de que las mujeres mueran en el puesto de
trabajo, que esta tragedia debe terminarse, que hay que poner fin a
esta horrible discriminación. Pero no han hecho lo mismo cuando el
accidente laboral ha sido sufrido por los hombres, como ha sucedido y
acostumbra a suceder en la realidad. Han dado una importancia menor
al tema y se han olvidado de hacer igualdad. Como hacen siempre que
toca comprender, señalar y resolver discriminaciones masculinas.
Y esta tendencia a la
parcialidad es en parte fruto de la preigualitaria ideología
feminista, interesada en su mayor parte en proteger y potenciar a un
sexo, y muy escasamente interesada en ayudar al otro. Efectivamente,
si se reconociesen las discriminaciones masculinas los dogmas
hembristas que nos definen a los hombres como privilegiados y
opresores se demostrarían falsos e incompletos en buena medida, y de
esta manera una importante parte de la línea de acción feminista,
de hecho la más influyente en la actualidad, quedaría fuertemente
deslegitimada. Y esto es algo que el hembrismo no desea. Pero en
contraste muchas feministas igualitarias, y también muchas mujeres y
muchos hombres razonables que si pueden entender la igualdad desde el
sentido común y la justicia, junto con los hombres incipientemente
mentalizados de la necesidad de desarrollar un movimiento social
propio para defender sus derechos, en esencia un “masculinismo”,
comprenden cada día con más fuerza lo necesario que es este cambio
de mentalidad.
Pero a la vez, la
indiferencia social ante las discriminaciones masculinas es resultado
de que los hombres nunca hayamos tenido la ocasión de comprender la
necesidad de unión y apoyo dentro de nuestro colectivo. Por
educación y rol los hombres en general han aprendido a socializarse
desde el punto de vista de tareas, ideologías o políticas parciales
que les obligaban frecuentemente a enfrentarse entre sí, a veces
hasta extremos de una gran violencia y odio. Y este modo de
instrumentalizar a los hombres de un modo preferente en los
conflictos entre diferentes intereses políticos o comunitarios les
ha absorbido, alienado, fuera de sus propios intereses como hombres o
su visión unitaria como grupo sexual independiente, de manera que
nunca hemos llegado a plantearnos ni entender siquiera la necesidad
de organizarnos para enfrentar nuestras discriminaciones comunes y a
favor de la potenciación holística de la masculinidad.
No
es que los hombres no estemos discriminados, es sencillamente que
aspectos específicos de la discriminación masculina han dificultado
enormemente la posibilidad de la unión masculina. A partir de ahí
ni siquiera hemos podido desarrollar una conciencia común. Ni los
hombres más inteligentes, ni los más poderosos, ni los más
capaces, ni los más sencillos, se han planteado trabajar en esta
línea, ni podido aprender a formar una alianza o hermandad masculina
que luchase solidariamente contra nuestras discriminaciones. Por
contraste muchos hombres sí han podido entender las discriminaciones
femeninas y aceptado lo necesario de su erradicación participando
activamente en este proceso.
Esta situación general
no ha sido vivida por las mujeres, es una discriminación que ellas
no han sufrido. Ni de lejos han sido educadas por la sociedad para
competir entre ellas hasta los extremos que se ha enseñado a los
hombres, y como resultado han podido unificarse antes en su propio
movimiento social, el feminismo, lo cual ha potenciado su lucha a
favor de sus derechos antes de que los hombres empecemos la nuestra.
La siguiente reflexión
tiene de hecho un fuerte sentido masculinista, es más que oportuna
en la situación mencionada, pero no la escucharemos de boca de
ninguno de nuestros dirigentes.
Hace cien años en esta
misma Europa cuyas elecciones parlamentarias acabamos de celebrar,
los hombres cosificados, explotados y manipulados por diferentes
corrientes políticas y sociales nos matábamos salvajemente en las
trincheras cumpliendo el papel que nuestro discriminatorio rol de la
época nos imponía.
Hoy en día, en una
Europa afortunadamente más unida y pacífica que la de aquellos
días, donde las guerras no son ni tan frecuentes ni tan extendidas,
somos los grandes segundones comparados con las mujeres, ya que las
cuestiones que a ellas las afectan son analizadas, comprendidas y
tenidas en cuenta para buscarlas una solución por parte de quienes
nos gobiernan, y usan los recursos de todas y todos para erradicar
dichas discriminaciones femeninas. Por contraste las
discriminaciones sexuales que nos tocan vivir a los hombres,
incluidas las más graves como el terrible accidente minero de
Turquía, son pasadas por alto, y ni aún siendo claramente justo se
nos da el grado de apoyo que merecemos para resolverlas en igual
proporción que las mujeres.
Al
menos desde el punto de vista de la accidentabilidad laboral y las
políticas igualitarias los hombres somos los grandes discriminados
en la actual Europa. Pero también podría suceder que si
considerásemos la medida real de la discriminación que se nos causa
estemos tanto o más discriminados que las mujeres europeas. Este es
un debate que aún no se ha resuelto objetivamente, como resultado de
la tendenciosidad y visión focalizada de una de las partes, la que
defiende los intereses del sexo femenino, y la falta de organización,
respaldo y concienciación de la otra, la que debe y deberá defender
cada vez con más fuerza y dedicación los derechos de los hombres.
De
hecho si juntamos los datos de la OIT sobre accidentabilidad laboral
con los de la UNODC o los de la Conferencia de Ginebra*****,
referidos a la carga de la violencia armada y la criminalidad, los
hombres tenemos muchas más posibilidades que las mujeres de sufrir
violencia o muerte violenta incluso fuera de períodos de guerra,
sin que esto le importe a nadie, ya que con no remarcar desde una
perspectiva de género, o añadiéndoles el matiz del grupo sexual al
que afectan, nuestros problemas desaparecen como si no existieran de
cara a las políticas de igualdad. Una vez ocultos a la opinión
pública nadie se ocupa de resolverlos con el interés específico y
la gran cantidad de recursos****** con los que sí se abordan las
discriminaciones sufridas por las mujeres.
Ni tan siquiera la mayor
parte de los hombres entienden su fuerte necesidad de liberación y
participación directa en la lucha por la igualdad, en la que somos
los grandes excluidos, los injustamente culpabilizados y los
explotados inescrupulosamente al apoyar con nuestro esfuerzo e
impuestos a un modelo hembrista negativo en su valoración del sexo
masculino y prácticamente cien por cien insolidario e insensible con
los daños que la sociedad nos causa.
Vivimos serias
discriminaciones que apenas nos han sido explicadas y recibiremos
nuevos perjuicios hasta que creemos nuestro propio movimiento social,
el cual nos impulse adelante y dote del poder que necesitamos para
luchar más unidos que nunca por nuestros derechos, dispuestos a no
dejarnos utilizar, discriminar ni mentir, hasta liberarnos y
potenciarnos como sexo, de forma similar a lo que se favorece que
suceda con las mujeres desde hace décadas*******.
Y una discriminación que
se suma en contra nuestra es toda la resistencia y obstaculización
que se está ejerciendo para que esto suceda, a pesar de ser algo más
que legítimo. Esa será otra deuda histórica que siempre tendremos
derecho a reivindicar.
Notas:
* Un argumento hembrista
utilizado como crítica injusta contra los hombres trabajadores es el
que dice que estos usan más bajas laborales que las mujeres, sin
aclarar adecuadamente los motivos. La célebre presentadora Julia
Otero incide en esta cuestión en su breve artículo titulado: “La
mujer el emigrante del mundo”
Afirmando que:
“A muchos
empresarios que contratan mujeres a condición de que renuncien a la
maternidad hay que darles por escrito algunas cifras elocuentes: el
absentismo laboral de los hombres es de 1,4 horas al mes; el de las
mujeres, el 1,1. Las bajas maternales cuestan a la Seguridad Social
88.000 millones anuales; las bajas por enfermedad, casi 500.000.”
Y:
“Si es escandaloso
que las mujeres cobren de promedio el 27% menos a igual trabajo, lo
es más que las titulaciones universitarias reciban la mitad de los
honorarios que sus iguales masculinos.”
Si queremos dar cifras
elocuentes recordemos la enorme desproporción que existe entre los
accidentes laborales femeninos y masculinos, lo cual justifica de
sobra el mayor absentismo laboral masculino respecto al femenino y el
mayor coste de las bajas normales respecto a la baja por maternidad.
Para empezar si los hombres no sufriesen la mayoría de los daños
derivados del trabajo no tendrían que generar más gastos en bajas.
En efecto, teniendo en
cuenta que este artículo se escribió en 1.997 ó 1.998, esa es la
referencia más exacta a su fecha de publicación dada en la página
de la autora, los datos del INE referidos a accidentes laborales para
estos años indican que:
Hombres
|
1.997
|
1.998
|
Accidentes leves
|
563.838
|
623.467
|
Accidentes graves
|
9.453
|
9.748
|
Accidentes mortales
|
1.030
|
1.045
|
Mujeres
|
1.997
|
1.998
|
Accidentes leves
|
101.727
|
117.988
|
Accidentes graves
|
1.062
|
1.118
|
Accidentes mortales
|
28
|
30
|
Comparando las cifras es
más que evidente quién llevó la peor parte. Más aún considerando
la enorme desproporción existente en contra del sexo masculino
sorprende que los hombres sólo tuviesen una media de 1,4 horas
mensuales de absentismo laboral mientras que las mujeres generaron
1,1 horas mensuales, cuando según las cifras de accidentabilidad
laboral total para estos dos años los hombres sufrieron 1.208.581
accidentes y las mujeres 221.953.
Es decir, de los
1.430.534 accidentes laborales sufridos en 1.997 y 1.998 los hombres
alcanzaron el 84,48% del total y las mujeres el 15,51% restante.
Queda así demostrado una vez más como al aclarar adecuadamente
verdades a medias o mentiras usadas para desmerecernos a los
hombres, obtenemos con facilidad nuevos argumentos masculinistas que
prueban discriminaciones antivarón o méritos no reconocidos al sexo
masculino.
Efectivamente, si a
pesar de sufrir una muy superior accidentabilidad laboral, en este
caso hasta cinco veces superior, los hombres apenas tuvieron media
hora más al mes de absentismo laboral que las mujeres esto dice
mucho a favor de los hombres como trabajadores, contrariamente a lo
que la hembrista señora Julia Otero quiso darnos a entender
originalmente.
Respecto a las
pretendidas diferencias salariales basadas en el sexo de la persona a
las que también se alude en este artículo expliquemos una vez más
que no existe sesgo en el sueldo asociado al sexo de la persona. El
Ministerio de Empleo y Seguridad Social, la legislación laboral,
controlan que éstas discriminaciones anticonstitucionales,
fragantemente contrarias al artículo catorce, no existan. Los
criterios que dan éstas diferencias salariales entre los dos sexos
tienen que ver con la peligrosidad laboral, el número de horas
extras trabajadas, la categoría profesional, los convenios de cada
sector, la nocturnidad, y otros factores laborales que se asocian más
a menudo con trabajadores masculinos, pero no es el sexo de varón el
que cotiza al alza y cualquier mujer que reúna éstas
características cobrará más que un hombre que no lo haga.
Conviene
aclararlo una vez más para evitar tergiversaciones que impidan el
dar una información veraz y dificulten la lucha por la igualdad.
También en este artículo
se hace referencia a cifras de muertes de mujeres a manos de sus
parejas, razón por la que debemos recordar también las siguientes
cifras referidas al binomio violencia de género-ley integral que
contradicen palmariamente muchos de los datos y posicionamientos
oficiales con los que se manipula a la opinión pública
cotidianamente, en lo referido al tema de la violencia sufrida en el
seno de la pareja por los dos sexos.
Según el documento del
Observatorio contra la Violencia Doméstica y
de Género “El
Observatorio informa: Balance de siete años de la creación de los
Juzgados de Violencia sobre la Mujer”
los Juzgados de Violencia sobre la Mujer (JVM) desde junio del 2005 a
junio del 2012, recibieron 963.471 denuncias por presuntos
delitos de violencia de género y 71.142 denuncias por presuntas
faltas, en total 1.034.613 denuncias de
violencia de género. Y tal como indica el documento del CGPJ:
“Datos Estadísticos Judiciales en Aplicación de la L.O. 1/2004
resumen de los 7 años” en su tabla número once: “Sentencias
penales dictadas en los órganos jurisdiccionales especializados en
violencia sobre la mujer” las 1.034.613 denuncias produjeron
328.045 sentencias, 207.997 condenatorias (20,10%) y 120.048
absolutorias (11,6%), emitidas por Juzgados de Violencia sobre la
Mujer, Juzgados de lo Penal y Audiencias Provinciales, quedando
706.568 casos (68,29%) que no llegaron siquiera a juzgarse. Sumando
los casos en los que los imputados quedaron libres llegamos al
elevadísimo 79,89%, es decir, un total de 826.616 exculpaciones que
representan un amplísimo margen para las denuncias falsas o injustas
realizadas al
amparo de la discriminatoria LICVG. Resultado que torna virtualmente
inverosímil el mito del 0,01% de denuncias falsas defendido por el
CGPJ.
Es
muy importante remarcar también que de los 656.212 casos valorados
por lesiones y malos tratos en los juzgados por supuesta violencia de
género entre junio del 2005 y junio del 2012, la inmensa mayoría,
520.839 casos, se correspondían con denuncias en base al artículo
153 del Código Penal, es decir, casos de menoscabo psíquico o
lesiones no definidas como delitos, salvo en el ámbito de la
violencia de género, o bien golpear o maltratar sin causar lesión.
Básicamente acciones de un valor muy leve, agresiones apenas
significativas, que como mucho llegarían a tipificarse como faltas
de ser cometidas por mujeres, si es que se diese valor al testimonio
del hombre denunciante, ya que como se indica no es necesario que las
agresiones físicas lleguen siquiera a causar lesión para instruir
un caso por violencia de género en base a este artículo.
No olvidemos tampoco como
la señora Julia Otero –la misma que mencionaba en su artículo lo
necesario de dar cifras elocuentes- criticó injustamente a la en su
día jueza decana de Barcelona, María Sanahuja, de levantar
sospechas y no estar de parte de las mujeres en una entrevista de
radio, por haber advertido esta jueza públicamente sobre el aumento
de las denuncias falsas y otros abusos surgidos al amparo de la Ley
Integral. Pero las cifras anteriores tomadas de los datos oficiales
demuestran que la señora Sanahuja no sólo no sembraba sospechas,
sino que estaba mucho mejor orientada e informada sobre esta cuestión
que la propia Julia Otero.
En
resumen, esta nota se ha convertido en un análisis crítico que ha
demostrado discutibles o erróneos muchos de los argumentos
difundidos en el artículo “La
mujer el emigrante del mundo”.
Convendría que cualquier mensaje hembrista fuese analizado en
profundidad para señalar sus defectos o distorsiones.
Lamentablemente aún no es suficiente el número de personas que se
implican en combatir al ultrafeminismo y resulta imposible contestar
con detalle a todo el conjunto de verdades a medias, mentiras, o
dogmas no corroborados con los que nos bombardean cotidianamente los
medios haciendo propaganda de esta ideología. Y sería muy positivo
que un número creciente de hombres participase en el proceso de
desbaratar intelectualmente la gran cantidad de absurdeces o ideas
equivocadas que configuran la mayor parte del pensamiento hembrista,
ya que ellos son las principales víctimas de los abusos nacidos de
dichas interpretaciones.
**
Debe señalarse que la recopilación de
datos de la OIT referida a España no coincide con los datos del
INE en algunos casos.
*** Para las personas no
igualitarias que en buena medida copan el pensamiento políticamente
correcto dentro del bloque occidental en el que se incluye Europa,
pertenecer al sexo femenino se considera mejor que pertenecer al
masculino.
En
efecto, hay numerosas pruebas de que en nuestra sociedad
occidental como resultado de la línea feminista radical antivarón y
el proceso de empoderamiento femenino, diseñado para aumentar en
exclusiva la autoestima y ambición social de las mujeres mientras se
intenta dañar el amor propio de los hombres para convencernos de que
valemos menos y en consecuencia defendamos peor nuestros derechos y
consigamos menos en la competencia por las mejores posiciones
sociales, existe una clara misandria cultural, o educación para
fomentar el odio y desprecio hacia lo masculino.
Podemos añadir varios
ejemplos de esta tendencia protagonizados por hembristas de ambos
sexos. Algunos de ellos tendrían que haber dado lugar a una campaña
de repulsa aún mayor de la que provocó el comentario del Sr. Arias
Cañete, si considerásemos imparcialmente el fuerte e inaceptable
sexismo que demuestran.
El
blog “Tendencias Feminazis” es un espacio de lucha por la
igualdad y crítica del desprecio social contra los hombres más que
recomendable para documentarse en profundidad sobre estas cuestiones.
De este blog recogemos un episodio protagonizado por la muy hembrista
señora Cristina Almeida la cual, en el colmo del privilegio y la
hipocresía, es considerada por nuestra injusta clase política como
un ejemplo de luchadora por la igualdad. En el artículo de este blog
titulado “Perlas feminazis”
escrito por el bloguero, divulgador y defensor de los derechos de los
hombres Alephgaia, se explican los hechos:
“En la
Cadena Ser. En
una conversación telefónica emitida en el programa "La
Ventana" de la Cadena Ser
presentado por Genma Nierga.
Intervenían una invitada embarazada y Cristina
Almeida al teléfono.
GM. Y qué vas
a tener ¿niño o niña?
Invit. Va a
ser niño.
C.A. ¡¡oh....!!
C.A. ¡¡oh....!!
Cristina
Almeida es ignorada, mientras Genma y la invitada continúan
conversando. Bajo esta conversación Almeida continuaba diciendo:
"¡oh, qué pena, va a ser un niño!" Y así durante varias
veces hasta que la presentadora le pregunta. "¿Por qué dices
qué pena, Cristina?.
Ella le
responde contundente:
C.A. "
porque el futuro es de las niñas, y por eso digo que es una pena que
sea un niño."
El artículo feminista
radical titulado “El sexo valioso”, escrito por Remedios
Morales, probablemente un pseudónimo antes que el nombre auténtico
del autor o autora, en el que se expresa claramente que las labores
de peligro, riesgo y perjuicio grave deben ser preferentemente
realizadas y sufridas por hombres, ya que las mujeres tienen más
valía como seres humanos.
Como afirma Remedios
Morales en el comienzo de este artículo:
“Nobles copulantes:
Una cosa es que las mujeres hagan trabajos duros o peligrosos y otra
cosa es que sea conveniente que los hagan. Lo digo porque, de existir
un principio biológico respecto a la división del trabajo, debería
obedecer a la consideración de que las mujeres constituyen el sexo
valioso, que no el sexo débil, y la supervivencia de un grupo humano
depende de que no corran más riesgos que los justitos.”
Es decir para la o el
hembrista repugnante que firma como Remedios Morales las
discriminaciones sexuales del estilo al mayor ratio de accidentes
laborales sufridos por hombres se justificarían y deberían
aceptarse como parte del correcto statu quo social ya que los
hombres valemos menos, en una parte posterior de su artículo llegará
a calificarnos como el sexo barato, que las mujeres. En consecuencia
el modelo social debería imponernos de un modo más o menos directo
estos riesgos y nosotros mismos aceptarlos y padecerlos en nuestra
piel evitando que los sufran las mujeres.
En esencia, para la
persona llena de racismo sexual autora de este artículo la tragedia
de los más de trescientos hombres muertos asfixiados dentro la mina
mientras corrían hacia la salida desesperados por salvar sus vidas,
es más aceptable precisamente por su condición masculina y eso
atenúa la gravedad de esta desgracia a sus ojos. No solamente esto,
trata además de convencernos para que los demás pensemos de este
mismo modo.
Pero por desgracia las
cosas ya son así y esto es lo que se ha hecho con los hombres desde
que el mundo es mundo. Remedios Morales y quienes defienden su forma
de pensar saben de sobra que la sociedad ya da preferentemente estas
cargas a los hombres, y no menciona para nada que se trate de una
discriminación sexual. Con el trasfondo de privilegios matriarcales,
discriminaciones de rol antivarón y manipulaciones y mentiras
hembristas más recientes, se siguen reservando para los hombres las
cargas peligrosas que les ocasionan tanto daño, mientras se les
evitan a las mujeres, que en general no necesitan jugarse la vida o
la salud en el trabajo tan a menudo.
Link al mencionado
artículo:
Como en general no me
agrada difundir misandria sin darle una respuesta adecuada adjunto el
link a un texto de réplica que escribí, presente en el ya
mencionado blog “Tendencias Feminazis” e invito a los hombres a
que cada vez seamos más solidarios y nos apoyemos más los unos a
los otros. Así podremos defendernos de cualquier forma de misandria
y hacer justicia con el grave daño que han tenido que sufrir en sus
vidas muchos desafortunados hombres concretos.
Robin Morgan, influyente
pensadora y escritora feminista radical estadounidense y editora de
la revista Ms. Magazine:
“Yo siento que el
odio hacia el hombre es un acto honorable y políticamente viable,
que el oprimido tiene derecho al odio de clase contra la clase que lo
oprime"
Y también suya:
“Matad a vuestros
padres, no a vuestras madres”
Quienes lean esta nota
con una sensibilidad igualitaria recordarán múltiples ejemplos de
lo dicho.
****
Queda hacer aquí alusión a todos los
hombres muertos prematuramente por enfermedades graves provocadas por
sus empleos, mucho más difíciles de rastrear y detectar, ya que en
general estos casos no llaman tanto la atención de las instituciones
y se desarrollan en el anonimato del medio familiar u hospitalario.
Pero la mayor parte de personas muertas
o seriamente dañadas por enfermedades surgidas de una inadecuada o
nula protección de la salud en el puesto de trabajo, o la directa
aplicación de procedimientos laborales nocivos, han sido hombres
también, sobre todo en épocas pasadas en las que el interés por la
seguridad laboral era muy escaso.
Así
el dogma hembrista radical que afirma que en cualquier sociedad el
hombre más discriminado ha podido tener a una mujer aún más
discriminada bajo su mando, podría darse la vuelta diciendo que en
cualquier sociedad la mujer más discriminada también ha podido
disponer de un hombre todavía más discriminado, el cual ha
trabajado en unas condiciones penosísimas arriesgando su vida,
exponiendo su salud, y a veces encontrando la muerte por accidente o
una lenta enfermedad, fruto de la labor que realizaba para llevar un
sueldo a su hogar, esposa e hijos.
Los
muertos invisibles podrían ser los hombres que han perdido la vida
por enfermedades como la silicosis, los trabajadores del amianto, los
de las fábricas de pinturas con plomo o metales pesados, los
chóferes de vehículos obligados a realizar muchas horas seguidas de
trayecto, además de un mayor número de casos que los expertos en
enfermedades laborales y sindicatos deberían ser los primeros en
denunciar como discriminaciones laborales masculinas, sino fuese
porque carecen de la visión igualitaria más elemental. Tampoco
entre las clases altas y los trabajadores de corbata y traje caro han
faltado los hombres sometidos a un considerable grado de estrés y
sobreexplotación, que han muerto de un modo anticipado debido al
deterioro continuo que está situación les ha causado año tras año,
mientras proveían a su unidad familiar de una elevada calidad de
vida que ellos mismos apenas disfrutaban por estar demasiado
absorbidos por sus empleos y responsabilidades. Y en no pocas
ocasiones éste ha sido el modelo de “buena boda” o “buen
partido” que guía a determinadas mujeres a la hora de elegir un
compañero.
Callando
lo mucho que han sufrido los hombres, en esta área específica
muchísimo más que las mujeres, se hace una magnífica propaganda
hembrista. De esta manera la mayoría de los varones podemos
continuar siendo discriminados y tachados de privilegiados sin serlo,
las mujeres reciben cada vez más ayuda y ventajas, mientras el
conjunto de la sociedad permanece ignorante de en qué consiste el
verdadero sexismo.
*****
Según la UNODC (Oficina de las Naciones Unidas contra
las Drogas y el Delito) en su primer Estudio
Global sobre el Homicidio, publicado en el
año 2011, estableciendo una media mundial los hombres se enfrentan a
un riesgo mucho mayor de muerte violenta (11,9 por 100.000) que las
mujeres (2,6 por 100.000).
Otro
estudio de carácter internacional realizado por la Secretaría de
la Declaración de Ginebra en el año 2011, el informe sobre “La
Carga Global de la Violencia Armada”, da valores mundiales de
violencia mucho más elevados para los hombres que para las mujeres,
con un 87% de hombres víctimas
de muerte violenta frente a un considerablemente
inferior 13% de víctimas de sexo femenino.
******
Como indica la Asociación Projusticia en su nota del 16 de agosto de
2014 titulada “Las
feministas instituirán el delito de opinión y el de pensamiento
“machista”:
“Hay que empezar por fiscalizar el destino de las
ingentes sumas de dinero público empleado durante estos años. Sólo
el Plan Estratégico de Igualdad de oportunidades 2008-2011 estaba
dotado con 3.690.249.738 euros. Esto es, sólo esta partida
presupuestaria es el equivalente a 5,8 veces el presupuesto del
Ministerio de Trabajo.
El Tribunal de
Cuentas y la Fiscalía anticorrupción deben hacer su trabajo.”
Esta
ingente cantidad de dinero público ha sido dada, no lo olvidemos, en
una época de fortísima crisis económica y en la que se han
producido importantes recortes en áreas claves del Estado de
Bienestar.
¿Cuánto
de ese dinero estuvo destinado a resolver las discriminaciones
masculinas, si las feministas de género sencillamente ni las ven ni
las reconocen?
******* Como prueba de la
insensibilidad nacional e internacional ante las discriminaciones
sexuales masculinas debemos remarcar que aunque hasta la fecha la ONU
ha celebrado cuatro conferencias internacionales centradas en la
situación de las mujeres; la de México
(1.975), la de Copenhague (1.980), la de Nairobi (1.985), y la de
Pekín (1.995); todavía no ha celebrado ni una sola dedicada
a la situación de los hombres.
Gustavo Revilla
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