martes, 9 de septiembre de 2014

Europa no ve a los hombres.

Tras la reciente celebración de las elecciones europeas resulta cuando menos sorprendente el conjunto de declaraciones y opiniones defendidas por los candidatos de los diferentes partidos presentados a las mismas en las que el tema de la mujer ha sido troncal y el del hombre apenas ha sido abordado, desde el punto de vista de solucionar las desigualdades sufridas por ambos sexos.

Ejemplifica esta situación el que uno de los sucesos que con más fuerza se han remarcado y lamentado tanto por las fuerzas políticas como los medios de comunicación haya sido la polémica opinión del Sr. Arias Cañete, afirmando casi con estas mismas palabras que: debatir con una mujer es complicado porque mostrar superioridad intelectual parece machista”, declaraciones que han sido consideradas como un gesto de sexismo desmerecedor de la mujer, y por las que el propio Arias Cañete llegó a pedir disculpas posteriormente.

Pero contrastando fuertemente con la situación anterior apenas se ha señalado, y muchísimo menos aún considerándolo a modo de una gravísima discriminación sexual sufrida atávicamente por el sexo masculino, el terrible accidente laboral que ha provocado la muerte de más de 300 hombres que trabajaban como mineros en Turquía y que ha sucedido en plena campaña a las elecciones europeas. Este accidente ha sido retransmitido y valorado muchísimo menos que las declaraciones machistas y erróneas del Sr. Cañete, a pesar de que estas declaraciones pueden como mucho representar una ofensa que incomode a un mayor o menor número de personas y el accidente es una tragedia que ha arrebatado la vida a más de 300 varones y se suma como otro eslabón más a la larga cadena de la discriminación laboral contra los hombres, resultante de la tendencia misándrica de vincular en las sociedades lo masculino al riesgo, incluyendo el mundo del trabajo, al reservar preferentemente para los hombres aquellas situaciones que puedan resultar altamente perjudiciales.

Efectivamente, según la OIT los accidentes laborales junto con las enfermedades profesionales, ocasionan cada año más de dos millones de muertes a nivel mundial.


De acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en nuestro país entre los años 1.997 y 2.012 las muertes de hombres en el puesto de trabajo se han mantenido en una media de unas mil anuales hasta el año 2.003 aproximadamente. De este año en adelante se ha producido un lento descenso en las mismas hasta llegar al 2.008, año de comienzo de la crisis económica que ha destruido empleo en sectores fundamentalmente masculinos, sobre todo en el de la construcción que es uno de los que más accidentes laborales ocasionan, llegando a 431 fallecimientos en el 2.012.

Pero si comparamos estas cifras con la cantidad de muertes en el trabajo sufridas por mujeres para ese mismo periodo observamos la gran desigualdad contra el sexo masculino que son los accidentes laborales. Como media más del 95% de las muertes laborales han sido sufridas por hombres. Igualmente entre los accidentados graves el porcentaje masculino es muy superior al femenino, manteniéndose cercano al 90%.

Link a la base de datos del INE referida a accidentes laborales leves, graves y mortales sufridos por hombres y mujeres en su puesto de trabajo para el periodo de 1.997 a 2.012.


Tablas obtenidas a partir de los datos del INE:

Accidentes laborales en hombres, moderados, leves y graves, desde 1.997 al 2.012:

Hombres
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
Leves
563838
623467
713674
756955
759734
753283
686411
683614
701462
714808
714973
603868
448642
408811
364128
285017
Graves
9453
9748
10500
10287
10754
10548
9969
9298
8311
7695
7753
6146
4522
4266
3810
3187
Mortales
1030
1045
1078
1102
1003
1070
981
931
909
913
792
782
598
546
527
431

Accidentes laborales en mujeres, moderados, leves y graves, desde 1.997 al 2.012:

Mujeres
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
Leves
101727
117988
142612
163201
173750
171918
176177
176690
179220
187254
200601
193389
162984
155208
143509
119330
Graves
1062
1118
1271
1353
1332
1338
1147
1154
944
857
828
746
660
669
586
551
Mortales
28
30
26
34
27
31
39
37
26
34
34
28
34
23
24
21


Gráficas comparativas para los accidentes laborales sufridos por ambos sexos entre 1.997 y 2.012.

Accidentes leves:

Accidentes graves:

Accidentes mortales:


Número de accidentes laborales totales sufridos por ambos sexos en el periodo 1.997 a 2.012 divididos por grado de lesividad (leves, graves, mortales):



Cómputo total de los accidentes leves, graves y mortales comparados por sexo para el periodo de 1.997 a 2.012.


Es decir, traduciendo los gráficos de barras a datos numéricos y porcentajes concluimos que del 1.997 al 2.012 se produjeron en nuestro país un total de 12.348.243 accidentes laborales leves, con 9.782.685 casos sufridos por hombres, o un 79,22% del total, y 2.565.558 casos sufridos por mujeres, o un 20,77% del total.

Hubo 141.863 accidentes graves, de los cuales 126.247 casos fueron sufridos por hombres, un 88,99% del total, y 15.616 casos sufridos por mujeres, el 11% restante.

Los accidentes mortales ascendieron durante este periodo a 14.214 casos. De estas muertes la inmensa mayoría fueron sufridas por hombres, con 13.738 fallecidos, o un 96,65% del total. Las mujeres sufrieron en estos quince años 476 muertes laborales o un 3,34% del total.

Haciendo un cálculo global de toda la accidentabilidad laboral leve, grave y mortal sufrida en el periodo de 1.995 a 2.012 el número de accidentes laborales llegó a 12.504.320. Los hombres sufrieron 9.922.670 de estos accidentes, o un 79,35% del total, y las mujeres 2.581.650 casos, o un 20,64%*.

Refiriéndonos al ejemplo concreto de Turquía, país donde se produjó este grave accidente minero, los datos de la OIT tomados desde el 2.009 al 2.012 nos indican que los fallecimientos en el puesto de trabajo fueron de 1.147 hombres y 24 mujeres para el 2.009, 1.431 hombres y 23 mujeres para el 2.010, 1.678 hombres y 32 mujeres para el 2.011 y 736 hombres y 9 mujeres en el 2.012.

Es decir, hubo en Turquía un total de 5.080 muertes laborales para el periodo de cuatro años que va del 2.009 al 2.012, de las cuales 4.992 fueron sufridas por hombres, el 98,26% del total, y 88 por mujeres, un 1,73% del total.

Cualquiera que desee verificar estos datos sobre accidentes laborales mortales sufridos en Turquía u observar la relación de muertes y accidentes laborales sufridas por los dos sexos en diferentes países del mundo puede hacerlo en el siguiente link a las estadísticas de la OIT**.


Entrando en la categoría de lesiones profesionales y a continuación eligiendo la categoría deseada de las que se ofrecen.

El caso concreto de los accidentes laborales mortales se encuentra en la base de datos referida a los casos de lesiones profesionales fatales según sexo y actividad económica. Para obtener la información separada por sexos debe entrarse en la casilla “personalizar” a continuación elegir en la de “sexo” total, hombres y mujeres y por último elegir “aplicar los filtros”.

Pero esta información no es ningún conocimiento nuevo, desde hace muchos años se sabe ya de la grave desproporción en accidentabilidad laboral sufrida por los hombres, a la que hace referencia el siguiente artículo escrito por Ignacio Arechaga en el año 2.000:


o el hecho de que las profesiones más arriesgadas de todas sean fundamentalmente realizadas por hombres.


Pero desde nuestro gobierno, partidos políticos, sindicatos o instituciones no se ha hecho ningún reconocimiento público del claro ejemplo de discriminación sexual que estos accidentes representan, aunque sólo fuese porque esta terrible tragedia sucedida en Turquía pone directamente el dedo en la llaga sobre esta cuestión, pero eso sí, sólo desde el punto de vista de cualquier persona igualitaria dispuesta a valorar objetivamente lo que estos sucesos implican en el reconocimiento de las discriminaciones de género masculinas, no desde una posición femicéntrica, interesada exclusivamente en focalizar la atención en lo que discrimina a las mujeres e ignorar u ocultar cuanto más mejor todo lo que resulten ejemplos y pruebas inequívocas de graves discriminaciones antivarón.

Especialmente sangrantes dentro de este contexto resultaron las declaraciones del muy hembrista señor Willy Meyer, candidato por Izquierda Plural, dentro de sus discursos de campaña, remarcando con gran parcialidad la mayor presencia masculina en los puestos directivos de las empresas del Ibex-35 como prueba de discriminación contra las mujeres. Sin embargo en ningún momento señaló como discriminación contra los hombres la presencia muy superior de víctimas masculinas dentro de la lacra de la siniestralidad laboral, ni siquiera después de que se produjera el accidente minero en Turquía y este ya fuese suficientemente conocido.

Tampoco le motivó a hacer esta necesaria interpretación el hecho de representar a un partido de la izquierda, supuestamente los que tienen una mayor tendencia a denunciar y corregir cualquier ejemplo de desigualdad. Lo limitado de su enfoque en materia de discriminación sexual o su exclusivo interés por la agenda hembrista le hacían totalmente insensible ante el sufrimiento de los hombres considerados como grupo sexual, pero no así frente a las discriminaciones del grupo sexual de las mujeres, ya que en este caso sí estaba y siempre está dispuesto a reivindicar desde una perspectiva de género.

Desafortunadamente no es el único ejemplo de sensibilidad parcial y claramente preferente a favor del sexo femenino en materia de igualdad. La hembrista Sra. Valenciano lo es tanto o más que la mayoría de nuestros y nuestras dirigentes políticos, ya que ella, hablando todo el tiempo de los derechos de las mujeres y haciendo constante gala de su enorme autoestima hinchada por el hecho de haber nacido mujer en una época tan fuertemente feminista como la nuestra***, no hizo ningún inciso en su programa para referirse a la discriminación antivarón que implican la mayoría de los accidentes laborales.

No lo supo ver o no le intereso verlo, pese a que desde hace ya muchos años, incluido todo el tiempo que la Sra. Valenciano lleva metida en política, ésta haya sido una discriminación mayoritariamente masculina. Pero ella sólo denuncia y trata de resolver las discriminaciones femeninas. Como por ejemplo las lingüísticas, ya que en el año 2010 la Fundación Mujeres presidida en aquella época por ella realizó la “Guía para una comunicación incluyente” destinada a evitar el lenguaje discriminatorio con las mujeres. Sin embargo jamás ha hecho una guía, ni ella ni ningún cargo político de nuestro país, o ninguna fundación que estos presidan, sobre el tema de los accidentes laborales sufridos por hombres. Esto demuestra que para la mayoría de nuestros dirigentes y considerado desde el punto de vista de la igualdad de sexos, los aspectos del lenguaje que ofenden, molestan o discriminan a las mujeres tienen más importancia que la vida y la salud de los hombres muertos o heridos por accidentes graves en el trabajo.

No me creo en lo más mínimo que si la situación fuese la contraria y las mujeres fuesen las principales víctimas de la accidentabilidad laboral, las asociaciones feministas que actualmente marcan el concepto de igualdad en este país, junto con las fuerzas políticas que las respaldan y apoyan, tuviesen la misma actitud ante un problema grave sufrido por el sexo femenino.

No lo harían porque son fundamentalmente femicéntricas. Tienen una sensibilidad marcadamente superior ante la discriminación de las mujeres que la de los hombres, lo cual conduce a una situación de privilegio femenino. Así, si la situación se diese la vuelta, la noticia se consideraría como una enésima prueba del desprecio que la sociedad tiene hacia las mujeres al reservarlas para los trabajos de mayor riesgo y esfuerzo físico, casi como si fuesen animales de carga o seres humanos de una menor categoría como personas, y los ayuntamientos guardarían minutos de silencio por las mujeres víctimas de muerte o accidente laboral grave.

Habría manifestaciones y campañas de sensibilización ciudadana y existiría un lazo para condenar pública y simbólicamente la muerte de mujeres en el puesto de trabajo. Todo ello se retransmitiría más que ampliamente a través de los medios de comunicación y veríamos la imagen dramatizada de mujeres famosas ficticiamente muertas en accidente laboral, con los monos azules, las graves heridas y hematomas sufridos, la apariencia pálida de los cadáveres caídos en diferentes escenarios de trabajo potencialmente peligrosos. Todo ello para concienciar a la sociedad y combatir una grave lacra que afectaría a las mujeres.

Incluso podrían crearse leyes específicas para proteger a las mujeres en este contexto, con la justificación de que ellas son víctimas de una grave discriminación, y los sindicatos serían los primeros en respaldar con firmeza esta medida. Es decir, leyes que diesen una protección especial para el sexo femenino en el ámbito laboral si ellas sufriesen una mayor discriminación por accidentes laborales que los hombres. ¿Porqué afirmo esto con tanta seguridad? Porque la disposición adicional novena de la Ley de Igualdad, referida a las modificaciones de la Ley de Cohesión y Calidad del Sistema Nacional de Salud y creada por un Gobierno y unas asociaciones feministas radicales, defiende en su punto dos: “La promoción y protección de la salud laboral, con especial consideración a los riesgos y necesidades específicos de las trabajadoras.»” priorizando la atención a la salud laboral de las mujeres.

Incluso si desde el punto de vista de la salud laboral los hombres son los más discriminados, la sociedad hembrista en la que vivimos crea leyes para defender más aún, en este caso privilegiar más aún, a las mujeres, y salvaguardar su integridad, no a los hombres como debería ser en este tema si pretendemos ser justos con la situación objetiva que les toca a ambos sexos. Evidentemente para el actual caballo ganador que es el hembrismo politizado, también llamado de un modo más habitual y académico feminismo de género, los hombres somos bastante menos significativos que las mujeres****.

Hasta los mismos Willy Meyer, Elena Valenciano y Arias Cañete, habrían reivindicado con indignación que ya basta de que las mujeres mueran en el puesto de trabajo, que esta tragedia debe terminarse, que hay que poner fin a esta horrible discriminación. Pero no han hecho lo mismo cuando el accidente laboral ha sido sufrido por los hombres, como ha sucedido y acostumbra a suceder en la realidad. Han dado una importancia menor al tema y se han olvidado de hacer igualdad. Como hacen siempre que toca comprender, señalar y resolver discriminaciones masculinas.

Y esta tendencia a la parcialidad es en parte fruto de la preigualitaria ideología feminista, interesada en su mayor parte en proteger y potenciar a un sexo, y muy escasamente interesada en ayudar al otro. Efectivamente, si se reconociesen las discriminaciones masculinas los dogmas hembristas que nos definen a los hombres como privilegiados y opresores se demostrarían falsos e incompletos en buena medida, y de esta manera una importante parte de la línea de acción feminista, de hecho la más influyente en la actualidad, quedaría fuertemente deslegitimada. Y esto es algo que el hembrismo no desea. Pero en contraste muchas feministas igualitarias, y también muchas mujeres y muchos hombres razonables que si pueden entender la igualdad desde el sentido común y la justicia, junto con los hombres incipientemente mentalizados de la necesidad de desarrollar un movimiento social propio para defender sus derechos, en esencia un “masculinismo”, comprenden cada día con más fuerza lo necesario que es este cambio de mentalidad.

Pero a la vez, la indiferencia social ante las discriminaciones masculinas es resultado de que los hombres nunca hayamos tenido la ocasión de comprender la necesidad de unión y apoyo dentro de nuestro colectivo. Por educación y rol los hombres en general han aprendido a socializarse desde el punto de vista de tareas, ideologías o políticas parciales que les obligaban frecuentemente a enfrentarse entre sí, a veces hasta extremos de una gran violencia y odio. Y este modo de instrumentalizar a los hombres de un modo preferente en los conflictos entre diferentes intereses políticos o comunitarios les ha absorbido, alienado, fuera de sus propios intereses como hombres o su visión unitaria como grupo sexual independiente, de manera que nunca hemos llegado a plantearnos ni entender siquiera la necesidad de organizarnos para enfrentar nuestras discriminaciones comunes y a favor de la potenciación holística de la masculinidad.

No es que los hombres no estemos discriminados, es sencillamente que aspectos específicos de la discriminación masculina han dificultado enormemente la posibilidad de la unión masculina. A partir de ahí ni siquiera hemos podido desarrollar una conciencia común. Ni los hombres más inteligentes, ni los más poderosos, ni los más capaces, ni los más sencillos, se han planteado trabajar en esta línea, ni podido aprender a formar una alianza o hermandad masculina que luchase solidariamente contra nuestras discriminaciones. Por contraste muchos hombres sí han podido entender las discriminaciones femeninas y aceptado lo necesario de su erradicación participando activamente en este proceso.

Esta situación general no ha sido vivida por las mujeres, es una discriminación que ellas no han sufrido. Ni de lejos han sido educadas por la sociedad para competir entre ellas hasta los extremos que se ha enseñado a los hombres, y como resultado han podido unificarse antes en su propio movimiento social, el feminismo, lo cual ha potenciado su lucha a favor de sus derechos antes de que los hombres empecemos la nuestra.

La siguiente reflexión tiene de hecho un fuerte sentido masculinista, es más que oportuna en la situación mencionada, pero no la escucharemos de boca de ninguno de nuestros dirigentes.

Hace cien años en esta misma Europa cuyas elecciones parlamentarias acabamos de celebrar, los hombres cosificados, explotados y manipulados por diferentes corrientes políticas y sociales nos matábamos salvajemente en las trincheras cumpliendo el papel que nuestro discriminatorio rol de la época nos imponía.

Hoy en día, en una Europa afortunadamente más unida y pacífica que la de aquellos días, donde las guerras no son ni tan frecuentes ni tan extendidas, somos los grandes segundones comparados con las mujeres, ya que las cuestiones que a ellas las afectan son analizadas, comprendidas y tenidas en cuenta para buscarlas una solución por parte de quienes nos gobiernan, y usan los recursos de todas y todos para erradicar dichas discriminaciones femeninas. Por contraste las discriminaciones sexuales que nos tocan vivir a los hombres, incluidas las más graves como el terrible accidente minero de Turquía, son pasadas por alto, y ni aún siendo claramente justo se nos da el grado de apoyo que merecemos para resolverlas en igual proporción que las mujeres.

Al menos desde el punto de vista de la accidentabilidad laboral y las políticas igualitarias los hombres somos los grandes discriminados en la actual Europa. Pero también podría suceder que si considerásemos la medida real de la discriminación que se nos causa estemos tanto o más discriminados que las mujeres europeas. Este es un debate que aún no se ha resuelto objetivamente, como resultado de la tendenciosidad y visión focalizada de una de las partes, la que defiende los intereses del sexo femenino, y la falta de organización, respaldo y concienciación de la otra, la que debe y deberá defender cada vez con más fuerza y dedicación los derechos de los hombres.

De hecho si juntamos los datos de la OIT sobre accidentabilidad laboral con los de la UNODC o los de la Conferencia de Ginebra*****, referidos a la carga de la violencia armada y la criminalidad, los hombres tenemos muchas más posibilidades que las mujeres de sufrir violencia o muerte violenta incluso fuera de períodos de guerra, sin que esto le importe a nadie, ya que con no remarcar desde una perspectiva de género, o añadiéndoles el matiz del grupo sexual al que afectan, nuestros problemas desaparecen como si no existieran de cara a las políticas de igualdad. Una vez ocultos a la opinión pública nadie se ocupa de resolverlos con el interés específico y la gran cantidad de recursos****** con los que sí se abordan las discriminaciones sufridas por las mujeres.

Ni tan siquiera la mayor parte de los hombres entienden su fuerte necesidad de liberación y participación directa en la lucha por la igualdad, en la que somos los grandes excluidos, los injustamente culpabilizados y los explotados inescrupulosamente al apoyar con nuestro esfuerzo e impuestos a un modelo hembrista negativo en su valoración del sexo masculino y prácticamente cien por cien insolidario e insensible con los daños que la sociedad nos causa.

Vivimos serias discriminaciones que apenas nos han sido explicadas y recibiremos nuevos perjuicios hasta que creemos nuestro propio movimiento social, el cual nos impulse adelante y dote del poder que necesitamos para luchar más unidos que nunca por nuestros derechos, dispuestos a no dejarnos utilizar, discriminar ni mentir, hasta liberarnos y potenciarnos como sexo, de forma similar a lo que se favorece que suceda con las mujeres desde hace décadas*******.

Y una discriminación que se suma en contra nuestra es toda la resistencia y obstaculización que se está ejerciendo para que esto suceda, a pesar de ser algo más que legítimo. Esa será otra deuda histórica que siempre tendremos derecho a reivindicar.


Notas:

* Un argumento hembrista utilizado como crítica injusta contra los hombres trabajadores es el que dice que estos usan más bajas laborales que las mujeres, sin aclarar adecuadamente los motivos. La célebre presentadora Julia Otero incide en esta cuestión en su breve artículo titulado: “La mujer el emigrante del mundo”


Afirmando que:

A muchos empresarios que contratan mujeres a condición de que renuncien a la maternidad hay que darles por escrito algunas cifras elocuentes: el absentismo laboral de los hombres es de 1,4 horas al mes; el de las mujeres, el 1,1. Las bajas maternales cuestan a la Seguridad Social 88.000 millones anuales; las bajas por enfermedad, casi 500.000.”

Y:

Si es escandaloso que las mujeres cobren de promedio el 27% menos a igual trabajo, lo es más que las titulaciones universitarias reciban la mitad de los honorarios que sus iguales masculinos.”

Si queremos dar cifras elocuentes recordemos la enorme desproporción que existe entre los accidentes laborales femeninos y masculinos, lo cual justifica de sobra el mayor absentismo laboral masculino respecto al femenino y el mayor coste de las bajas normales respecto a la baja por maternidad. Para empezar si los hombres no sufriesen la mayoría de los daños derivados del trabajo no tendrían que generar más gastos en bajas.

En efecto, teniendo en cuenta que este artículo se escribió en 1.997 ó 1.998, esa es la referencia más exacta a su fecha de publicación dada en la página de la autora, los datos del INE referidos a accidentes laborales para estos años indican que:

Hombres

1.997
1.998
Accidentes leves
563.838
623.467
Accidentes graves
9.453
9.748
Accidentes mortales
1.030
1.045

Mujeres
1.997
1.998
Accidentes leves
101.727
117.988
Accidentes graves
1.062
1.118
Accidentes mortales
28
30

Comparando las cifras es más que evidente quién llevó la peor parte. Más aún considerando la enorme desproporción existente en contra del sexo masculino sorprende que los hombres sólo tuviesen una media de 1,4 horas mensuales de absentismo laboral mientras que las mujeres generaron 1,1 horas mensuales, cuando según las cifras de accidentabilidad laboral total para estos dos años los hombres sufrieron 1.208.581 accidentes y las mujeres 221.953.

Es decir, de los 1.430.534 accidentes laborales sufridos en 1.997 y 1.998 los hombres alcanzaron el 84,48% del total y las mujeres el 15,51% restante. Queda así demostrado una vez más como al aclarar adecuadamente verdades a medias o mentiras usadas para desmerecernos a los hombres, obtenemos con facilidad nuevos argumentos masculinistas que prueban discriminaciones antivarón o méritos no reconocidos al sexo masculino.

Efectivamente, si a pesar de sufrir una muy superior accidentabilidad laboral, en este caso hasta cinco veces superior, los hombres apenas tuvieron media hora más al mes de absentismo laboral que las mujeres esto dice mucho a favor de los hombres como trabajadores, contrariamente a lo que la hembrista señora Julia Otero quiso darnos a entender originalmente.

Respecto a las pretendidas diferencias salariales basadas en el sexo de la persona a las que también se alude en este artículo expliquemos una vez más que no existe sesgo en el sueldo asociado al sexo de la persona. El Ministerio de Empleo y Seguridad Social, la legislación laboral, controlan que éstas discriminaciones anticonstitucionales, fragantemente contrarias al artículo catorce, no existan. Los criterios que dan éstas diferencias salariales entre los dos sexos tienen que ver con la peligrosidad laboral, el número de horas extras trabajadas, la categoría profesional, los convenios de cada sector, la nocturnidad, y otros factores laborales que se asocian más a menudo con trabajadores masculinos, pero no es el sexo de varón el que cotiza al alza y cualquier mujer que reúna éstas características cobrará más que un hombre que no lo haga.

Conviene aclararlo una vez más para evitar tergiversaciones que impidan el dar una información veraz y dificulten la lucha por la igualdad.

También en este artículo se hace referencia a cifras de muertes de mujeres a manos de sus parejas, razón por la que debemos recordar también las siguientes cifras referidas al binomio violencia de género-ley integral que contradicen palmariamente muchos de los datos y posicionamientos oficiales con los que se manipula a la opinión pública cotidianamente, en lo referido al tema de la violencia sufrida en el seno de la pareja por los dos sexos.

Según el documento del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género El Observatorio informa: Balance de siete años de la creación de los Juzgados de Violencia sobre la Mujer los Juzgados de Violencia sobre la Mujer (JVM) desde junio del 2005 a junio del 2012, recibieron 963.471 denuncias por presuntos delitos de violencia de género y 71.142 denuncias por presuntas faltas, en total 1.034.613 denuncias de violencia de género. Y tal como indica el documento del CGPJ: “Datos Estadísticos Judiciales en Aplicación de la L.O. 1/2004 resumen de los 7 años” en su tabla número once: “Sentencias penales dictadas en los órganos jurisdiccionales especializados en violencia sobre la mujer” las 1.034.613 denuncias produjeron 328.045 sentencias, 207.997 condenatorias (20,10%) y 120.048 absolutorias (11,6%), emitidas por Juzgados de Violencia sobre la Mujer, Juzgados de lo Penal y Audiencias Provinciales, quedando 706.568 casos (68,29%) que no llegaron siquiera a juzgarse. Sumando los casos en los que los imputados quedaron libres llegamos al elevadísimo 79,89%, es decir, un total de 826.616 exculpaciones que representan un amplísimo margen para las denuncias falsas o injustas realizadas al amparo de la discriminatoria LICVG. Resultado que torna virtualmente inverosímil el mito del 0,01% de denuncias falsas defendido por el CGPJ.

Es muy importante remarcar también que de los 656.212 casos valorados por lesiones y malos tratos en los juzgados por supuesta violencia de género entre junio del 2005 y junio del 2012, la inmensa mayoría, 520.839 casos, se correspondían con denuncias en base al artículo 153 del Código Penal, es decir, casos de menoscabo psíquico o lesiones no definidas como delitos, salvo en el ámbito de la violencia de género, o bien golpear o maltratar sin causar lesión. Básicamente acciones de un valor muy leve, agresiones apenas significativas, que como mucho llegarían a tipificarse como faltas de ser cometidas por mujeres, si es que se diese valor al testimonio del hombre denunciante, ya que como se indica no es necesario que las agresiones físicas lleguen siquiera a causar lesión para instruir un caso por violencia de género en base a este artículo.

No olvidemos tampoco como la señora Julia Otero –la misma que mencionaba en su artículo lo necesario de dar cifras elocuentes- criticó injustamente a la en su día jueza decana de Barcelona, María Sanahuja, de levantar sospechas y no estar de parte de las mujeres en una entrevista de radio, por haber advertido esta jueza públicamente sobre el aumento de las denuncias falsas y otros abusos surgidos al amparo de la Ley Integral. Pero las cifras anteriores tomadas de los datos oficiales demuestran que la señora Sanahuja no sólo no sembraba sospechas, sino que estaba mucho mejor orientada e informada sobre esta cuestión que la propia Julia Otero.

En resumen, esta nota se ha convertido en un análisis crítico que ha demostrado discutibles o erróneos muchos de los argumentos difundidos en el artículo “La mujer el emigrante del mundo”. Convendría que cualquier mensaje hembrista fuese analizado en profundidad para señalar sus defectos o distorsiones. Lamentablemente aún no es suficiente el número de personas que se implican en combatir al ultrafeminismo y resulta imposible contestar con detalle a todo el conjunto de verdades a medias, mentiras, o dogmas no corroborados con los que nos bombardean cotidianamente los medios haciendo propaganda de esta ideología. Y sería muy positivo que un número creciente de hombres participase en el proceso de desbaratar intelectualmente la gran cantidad de absurdeces o ideas equivocadas que configuran la mayor parte del pensamiento hembrista, ya que ellos son las principales víctimas de los abusos nacidos de dichas interpretaciones.

** Debe señalarse que la recopilación de datos de la OIT referida a España no coincide con los datos del INE en algunos casos.

*** Para las personas no igualitarias que en buena medida copan el pensamiento políticamente correcto dentro del bloque occidental en el que se incluye Europa, pertenecer al sexo femenino se considera mejor que pertenecer al masculino.

En efecto, hay numerosas pruebas de que en nuestra sociedad occidental como resultado de la línea feminista radical antivarón y el proceso de empoderamiento femenino, diseñado para aumentar en exclusiva la autoestima y ambición social de las mujeres mientras se intenta dañar el amor propio de los hombres para convencernos de que valemos menos y en consecuencia defendamos peor nuestros derechos y consigamos menos en la competencia por las mejores posiciones sociales, existe una clara misandria cultural, o educación para fomentar el odio y desprecio hacia lo masculino.

Podemos añadir varios ejemplos de esta tendencia protagonizados por hembristas de ambos sexos. Algunos de ellos tendrían que haber dado lugar a una campaña de repulsa aún mayor de la que provocó el comentario del Sr. Arias Cañete, si considerásemos imparcialmente el fuerte e inaceptable sexismo que demuestran.

El blog “Tendencias Feminazis” es un espacio de lucha por la igualdad y crítica del desprecio social contra los hombres más que recomendable para documentarse en profundidad sobre estas cuestiones. De este blog recogemos un episodio protagonizado por la muy hembrista señora Cristina Almeida la cual, en el colmo del privilegio y la hipocresía, es considerada por nuestra injusta clase política como un ejemplo de luchadora por la igualdad. En el artículo de este blog titulado “Perlas feminazis” escrito por el bloguero, divulgador y defensor de los derechos de los hombres Alephgaia, se explican los hechos:

En la Cadena Ser. En una conversación telefónica emitida en el programa "La Ventana" de la Cadena Ser presentado por Genma Nierga. Intervenían una invitada embarazada y Cristina Almeida al teléfono.
GM. Y qué vas a tener ¿niño o niña?
Invit. Va a ser niño.
C.A. ¡¡oh....!!
Cristina Almeida es ignorada, mientras Genma y la invitada continúan conversando. Bajo esta conversación Almeida continuaba diciendo: "¡oh, qué pena, va a ser un niño!" Y así durante varias veces hasta que la presentadora le pregunta. "¿Por qué dices qué pena, Cristina?.
Ella le responde contundente:
C.A. " porque el futuro es de las niñas, y por eso digo que es una pena que sea un niño."


El artículo feminista radical titulado “El sexo valioso”, escrito por Remedios Morales, probablemente un pseudónimo antes que el nombre auténtico del autor o autora, en el que se expresa claramente que las labores de peligro, riesgo y perjuicio grave deben ser preferentemente realizadas y sufridas por hombres, ya que las mujeres tienen más valía como seres humanos.

Como afirma Remedios Morales en el comienzo de este artículo:

Nobles copulantes: Una cosa es que las mujeres hagan trabajos duros o peligrosos y otra cosa es que sea conveniente que los hagan. Lo digo porque, de existir un principio biológico respecto a la división del trabajo, debería obedecer a la consideración de que las mujeres constituyen el sexo valioso, que no el sexo débil, y la supervivencia de un grupo humano depende de que no corran más riesgos que los justitos.”

Es decir para la o el hembrista repugnante que firma como Remedios Morales las discriminaciones sexuales del estilo al mayor ratio de accidentes laborales sufridos por hombres se justificarían y deberían aceptarse como parte del correcto statu quo social ya que los hombres valemos menos, en una parte posterior de su artículo llegará a calificarnos como el sexo barato, que las mujeres. En consecuencia el modelo social debería imponernos de un modo más o menos directo estos riesgos y nosotros mismos aceptarlos y padecerlos en nuestra piel evitando que los sufran las mujeres.

En esencia, para la persona llena de racismo sexual autora de este artículo la tragedia de los más de trescientos hombres muertos asfixiados dentro la mina mientras corrían hacia la salida desesperados por salvar sus vidas, es más aceptable precisamente por su condición masculina y eso atenúa la gravedad de esta desgracia a sus ojos. No solamente esto, trata además de convencernos para que los demás pensemos de este mismo modo.

Pero por desgracia las cosas ya son así y esto es lo que se ha hecho con los hombres desde que el mundo es mundo. Remedios Morales y quienes defienden su forma de pensar saben de sobra que la sociedad ya da preferentemente estas cargas a los hombres, y no menciona para nada que se trate de una discriminación sexual. Con el trasfondo de privilegios matriarcales, discriminaciones de rol antivarón y manipulaciones y mentiras hembristas más recientes, se siguen reservando para los hombres las cargas peligrosas que les ocasionan tanto daño, mientras se les evitan a las mujeres, que en general no necesitan jugarse la vida o la salud en el trabajo tan a menudo.

Link al mencionado artículo:


Como en general no me agrada difundir misandria sin darle una respuesta adecuada adjunto el link a un texto de réplica que escribí, presente en el ya mencionado blog “Tendencias Feminazis” e invito a los hombres a que cada vez seamos más solidarios y nos apoyemos más los unos a los otros. Así podremos defendernos de cualquier forma de misandria y hacer justicia con el grave daño que han tenido que sufrir en sus vidas muchos desafortunados hombres concretos.


Robin Morgan, influyente pensadora y escritora feminista radical estadounidense y editora de la revista Ms. Magazine:

Yo siento que el odio hacia el hombre es un acto honorable y políticamente viable, que el oprimido tiene derecho al odio de clase contra la clase que lo oprime"

Y también suya:

Matad a vuestros padres, no a vuestras madres”

Quienes lean esta nota con una sensibilidad igualitaria recordarán múltiples ejemplos de lo dicho.

**** Queda hacer aquí alusión a todos los hombres muertos prematuramente por enfermedades graves provocadas por sus empleos, mucho más difíciles de rastrear y detectar, ya que en general estos casos no llaman tanto la atención de las instituciones y se desarrollan en el anonimato del medio familiar u hospitalario. Pero la mayor parte de personas muertas o seriamente dañadas por enfermedades surgidas de una inadecuada o nula protección de la salud en el puesto de trabajo, o la directa aplicación de procedimientos laborales nocivos, han sido hombres también, sobre todo en épocas pasadas en las que el interés por la seguridad laboral era muy escaso.

Así el dogma hembrista radical que afirma que en cualquier sociedad el hombre más discriminado ha podido tener a una mujer aún más discriminada bajo su mando, podría darse la vuelta diciendo que en cualquier sociedad la mujer más discriminada también ha podido disponer de un hombre todavía más discriminado, el cual ha trabajado en unas condiciones penosísimas arriesgando su vida, exponiendo su salud, y a veces encontrando la muerte por accidente o una lenta enfermedad, fruto de la labor que realizaba para llevar un sueldo a su hogar, esposa e hijos.

Los muertos invisibles podrían ser los hombres que han perdido la vida por enfermedades como la silicosis, los trabajadores del amianto, los de las fábricas de pinturas con plomo o metales pesados, los chóferes de vehículos obligados a realizar muchas horas seguidas de trayecto, además de un mayor número de casos que los expertos en enfermedades laborales y sindicatos deberían ser los primeros en denunciar como discriminaciones laborales masculinas, sino fuese porque carecen de la visión igualitaria más elemental. Tampoco entre las clases altas y los trabajadores de corbata y traje caro han faltado los hombres sometidos a un considerable grado de estrés y sobreexplotación, que han muerto de un modo anticipado debido al deterioro continuo que está situación les ha causado año tras año, mientras proveían a su unidad familiar de una elevada calidad de vida que ellos mismos apenas disfrutaban por estar demasiado absorbidos por sus empleos y responsabilidades. Y en no pocas ocasiones éste ha sido el modelo de “buena boda” o “buen partido” que guía a determinadas mujeres a la hora de elegir un compañero.

Callando lo mucho que han sufrido los hombres, en esta área específica muchísimo más que las mujeres, se hace una magnífica propaganda hembrista. De esta manera la mayoría de los varones podemos continuar siendo discriminados y tachados de privilegiados sin serlo, las mujeres reciben cada vez más ayuda y ventajas, mientras el conjunto de la sociedad permanece ignorante de en qué consiste el verdadero sexismo.
***** Según la UNODC (Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito) en su primer Estudio Global sobre el Homicidio, publicado en el año 2011, estableciendo una media mundial los hombres se enfrentan a un riesgo mucho mayor de muerte violenta (11,9 por 100.000) que las mujeres (2,6 por 100.000).
Otro estudio de carácter internacional realizado por la Secretaría de la Declaración de Ginebra en el año 2011, el informe sobre “La Carga Global de la Violencia Armada”, da valores mundiales de violencia mucho más elevados para los hombres que para las mujeres, con un 87% de hombres víctimas de muerte violenta  frente a un considerablemente inferior 13% de víctimas de sexo femenino.
****** Como indica la Asociación Projusticia en su nota del 16 de agosto de 2014 titulada Las feministas instituirán el delito de opinión y el de pensamiento “machista”:
Hay que empezar por fiscalizar el destino de las ingentes sumas de dinero público empleado durante estos años. Sólo el Plan Estratégico de Igualdad de oportunidades 2008-2011 estaba dotado con 3.690.249.738 euros. Esto es, sólo esta partida presupuestaria es el equivalente a 5,8 veces el presupuesto del Ministerio de Trabajo.
El Tribunal de Cuentas y la Fiscalía anticorrupción deben hacer su trabajo.”
Esta ingente cantidad de dinero público ha sido dada, no lo olvidemos, en una época de fortísima crisis económica y en la que se han producido importantes recortes en áreas claves del Estado de Bienestar.
¿Cuánto de ese dinero estuvo destinado a resolver las discriminaciones masculinas, si las feministas de género sencillamente ni las ven ni las reconocen?
******* Como prueba de la insensibilidad nacional e internacional ante las discriminaciones sexuales masculinas debemos remarcar que aunque hasta la fecha la ONU ha celebrado cuatro conferencias internacionales centradas en la situación de las mujeres; la de México (1.975), la de Copenhague (1.980), la de Nairobi (1.985), y la de Pekín (1.995); todavía no ha celebrado ni una sola dedicada a la situación de los hombres.

Gustavo Revilla 


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